El Viaje del Corazón



Había una vez, en un reino muy lejano, una reina llamada Isabella. Ella era muy rica y vivía en un hermoso castillo lleno de tesoros y joyas, pero había algo que faltaba en su vida: el amor de su madre. Cuando Isabella nació, su madre, la Reina Elena, fue víctima de un extraño suceso; le robaron a su hija justo cuando estaba dando a luz. Isabella creció sintiéndose solitaria, deseando profundamente poder conocer el amor de su madre.

Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, decidió aventurarse más allá de los muros. Al caminar por un camino enmarañado y cubierto de flores olvidadas, se encontró con una cabaña extraña. Era la casa de una bruja llamada Mara. La bruja era conocida por sus poderes mágicos y por ayudar a aquellos que, como Isabella, se sentían perdidos.

"¿Quién eres, joven reina?" - preguntó Mara, con una voz dulce pero misteriosa.

"Soy Isabella, la reina de este reino. Busco a mi madre, pero no sé dónde encontrarla" - respondió Isabella con una lágrima corriendo por su mejilla.

Mara la miró con compasión.

"Los caminos del destino son complicados, pero tal vez te pueda ayudar. Sin embargo, debes estar dispuesta a hacer un sacrificio."

"Haré lo que sea necesario, quiero volver a encontrar a mi mamá" - dijo Isabella, llena de determinación.

La bruja le entregó un mapa, señalando un castillo lejano rodeado de montañas y un bosque oscuro. "Ahí encontrarás la respuesta a tus preguntas, pero tendrás que enfrentarte a grandes retos. Con cada paso que des, deberás demostrar valentía y amor."

Isabella tomó el mapa y partió hacia el castillo mencionado. Durante su travesía, encontró obstáculos mágicos: un río encantado que la hizo dudar de sí misma, un lobo que le susurró temores, y un árbol milenario que le habló de su soledad. En cada encuentro, Isabella recordó el amor que había recibido de su madre, lo que le dio fuerzas para continuar.

Finalmente, llegó al castillo donde la bruja había indicado. Allí se encontró con una gran puerta custodiada por un dragón.

"¿Quién se atreve a cruzar mi camino?" - rugió el dragón, con una voz potente.

"Soy la Reina Isabella, vengo en busca de mi madre. No quiero pelear, sólo deseo saber dónde está" - dijo con valentía.

El dragón, sorprendido por su valor, decidió dejarla pasar. "Si buscas a tu madre, deberás enfrentar una prueba final, un desafío de amor. Solo aquel que ama de verdad puede encontrar lo que ha perdido."

Isabella se armó de valor y entró en el castillo. Allí halló un espejo mágico. En él vio a su madre, la Reina Elena, pero también vio su propia tristeza. Al mirarse, recordó todos los momentos que había vivido sin su madre, los abrazos que jamás recibió, las risas que nunca compartieron.

"¡Mamá!" - gritó, "te extraño tanto. Pero entiendo que eres parte de mi, de cada rincón de mi corazón."

De repente, el espejo comenzó a brillar. Una luz envolvente apareció y ante ella se manifestó la figura de su madre.

"Hija, siempre estuve contigo. Aunque no pueda estar a tu lado, mi amor te rodea y te acompaña siempre" - dijo la Reina Elena, con una voz suave y cálida.

Isabella sintió que todo su ser se llenaba de amor. "Mamá, nunca dejaré de buscarte, de sentirte en mi corazón."

El espejo se rompió y, a pesar de la pérdida, Isabella entendió que siempre llevaría a su madre dentro de sí. Rompió el hechizo del espejo con su amor y desde ese día, el reino volvió a resplandecer.

Isabella volvió al castillo, ahora no solo como reina sino como una mujer llena de amor y fuerza. A través de su viaje, aprendió que aunque no pudiera abrazar a su madre, su amor siempre estaría vivo en cada acción que tomara, en cada decisión que hiciera para hacer del reino un lugar mejor.

Así, la reina solitaria se convirtió en una reina llena de vida, guiando su reino con bondad y amor.

Y desde ese día, cada vez que pasaba por los jardines del castillo, sonreía, porque aunque no la podía ver, siempre sentía que su madre estaba con ella.

FIN.

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