El Viaje del Grupo 3
Era un día soleado en la escuela, y el grupo 3 estaba muy entusiasmado por su próxima excursión. Pero esta no sería una excursión cualquiera, iban a ¡viajar al espacio! La maestra Carla había planeado una aventura extraordinaria: almorzar en el Sol y visitarle a los planetas del Sistema Solar.
"¡Chicos!", comenzó la maestra Carla, "Hoy vamos a aprender sobre los planetas mientras comemos allí. Vamos a ir en nuestra nave espacial. ¡Pónganse los trajes!"
Los estudiantes, vestidos con trajes plateados y cascos, subieron a la nave espacial, que parecía un gran plato volador, listo para despegar. Al activar el panel de control, la nave emitió un suave zumbido, y de repente, comenzaron a flotar.
"¡Súper!", gritó Julián, mientras hacía flotitos en el aire, "¡Esto es como un sueño!".
La nave despegó de la Tierra y se dirigió al Sol. Mientras viajaban, las ventanas del platillo mostraban el vasto universo. En el camino, encontraron un asteroide y decidieron hacer una parada para explorar.
"Miren, ¡hay rocas flotantes!", exclamó Lola, señalando hacia el asteroide. "Podemos recoger algunas para llevar de recuerdo".
Los chicos salieron de la nave, saltando y riendo mientras recolectaban piedras brillantes. Pero de repente, comenzaron a ver luces destellantes en el cielo.
"¿Qué es eso?", preguntó Mateo, con los ojos muy abiertos.
"¡Es un campo de meteoritos!", respondió Carla. "¡Rápido, volvamos a la nave!".
Los niños subieron corriendo a la nave justo antes de que comenzaran a caer los meteoritos. Los chicos estaban emocionados y algo asustados, pero la nave logró esquivar los meteoritos justo a tiempo. El grupo aprendió que el espacio era sorprendente, pero también un lugar donde había que tener cuidado.
Una vez a salvo, continuaron su camino hacia el Sol. Al llegar, todos los estudiantes se asombraron por el brillo y el calor.
"¡Es más brillante de lo que imaginaba!", dijo Ana, protegiendo sus ojos. "¿Cómo vamos a comer aquí?".
"¡Aprovechemos el calor para preparar nuestra comida especial!", sugirió Carla.
Los niños abrieron sus viandas, que estaban llenas de alimentos que, según la maestra, eran especiales para ese lugar: ¡tortillas solares, galletitas de polvo de estrellas y jugos de cometa! Se acomodaron en la parte de la nave que tenía una vista espectacular del Sol mientras disfrutaban de su almuerzo intergaláctico.
"Esto es increíble", dijo Tomi mientras mordía su tortilla solar. "¡Nunca pensé que podríamos comer al lado del Sol!"
"¡Imaginá lo que podemos hacer después, como visitar a los planetas!", sonrió Lola.
Finalizado su almuerzo, la nave se puso en movimiento nuevamente, esta vez en dirección a Marte. Al llegar, vieron un paisaje rojo y desierto.
"¿Y aquí qué comemos?", preguntó Felipe, intrigado.
"¡Galletitas de polvo marciano!", contestó la maestra. "Vamos a explorar mientras degustamos nuestras galletitas".
Los chicos bajaron de la nave y comenzaron a jugar en la arena roja. De pronto, encontraron un pequeño robot que parecía perdido.
"¡Hola! Soy Robo, necesito ayuda para volver a casa", dijo el pequeño robot con voz amigable.
Los estudiantes se miraron emocionados.
"¡Claro! Te ayudaremos", respondió Julián. "¿Dónde está tu casa?".
"En el planeta Tierra, pero no sé cómo volver", contestó Robo.
Los chicos se pusieron a pensar.
"Quizá si usamos nuestra nave y le pedimos a la maestra que nos lleve...", sugirió Ana.
Así que, tras cargar a Robo en la nave, volvieron a despegar. En el camino, los estudiantes aprendieron sobre la Tierra desde arriba, observando cómo era su hogar desde el espacio. Todos estaban felices por ayudar a Robo, y eso hizo que reafirmaran el valor de la amistad y la colaboración.
Finalmente, aterrizaron suavemente en la Tierra, y Robo agradeció a sus nuevos amigos mientras se despedía.
"¡Gracias, chicos! ¡Son los mejores!"
"¡Tú también, Robo!", gritaron todos al unísono.
La aventura había terminado, pero las sonrisas en sus rostros perduraron. Era un día de descubrimiento, amistad y alegría. Los estudiantes del grupo 3 regresaron a casa con historias para contar y un gran deseo de seguir explorando el universo.
"¡Qué día tan increíble!", exclamó la maestra Carla. "Recuerden, siempre hay algo nuevo que aprender en cada rincón del espacio, pero también en nuestro propio planeta."
Y así, el grupo 3 llegó a la conclusión de que viajar al espacio había sido extraordinario, pero lo mejor de todo era que siempre volverían a casa, juntos, para seguir aprendiendo y compartiendo nuevas aventuras.
FIN.