El viaje del marciano y el niño


Había una vez, en una galaxia muy lejana, un niño llamado Tomy, quien soñaba con ser astronauta. Un día, mirando las estrellas desde su ventana, vio una luz brillante que se acercaba rápidamente.

¡Era una nave espacial! Tomy no podía creer lo que veía. La nave aterrizó en su jardín y de ella salió un simpático marciano de ojos grandes y brillantes. - ¡Hola, soy Zog! ¿Puedo visitar tu planeta? - preguntó el marciano con entusiasmo.

Tomy, asombrado, asintió con la cabeza y los dos se hicieron amigos al instante. Zog le contó a Tomy sobre su planeta y cómo había aprendido a volar la nave espacial. - ¿Quieres venir a un viaje interestelar conmigo? - propuso Zog.

Tomy, emocionado, aceptó sin dudarlo. Juntos despegaron hacia el espacio. Durante el viaje, Zog enseñó a Tomy sobre las estrellas, los planetas y las maravillas del universo. Descubrieron nuevos mundos, conocieron seres curiosos y aprendieron muchas cosas.

Sin embargo, un día la nave espacial tuvo un desperfecto y quedaron varados en un planeta desconocido. Tomy, preocupado, preguntó: - ¿Cómo volveremos a casa, Zog? - Tranquilo, amigo, encontraremos una solución - respondió Zog con optimismo.

Juntos trabajaron en equipo, utilizando su ingenio y los conocimientos adquiridos en el viaje, lograron reparar la nave y regresar a la Tierra. Al llegar, Tomy se dio cuenta de cuánto había aprendido y crecido durante esa aventura.

Agradecido, dijo: - Gracias, Zog, por enseñarme tanto y por ser un gran amigo. - ¡Gracias a ti, Tomy, por mostrarme la belleza de tu planeta y por ser un valiente compañero de viaje! - respondió Zog con una sonrisa.

Desde entonces, Tomy nunca dejó de soñar con el universo, y siempre recordó con cariño a su amigo marciano, quien le enseñó que, con amistad y determinación, no hay límites para explorar nuevos horizontes.

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