El Viaje del Pájaro Arcoíris



Era una noche mágica en el bosque. La luna llena iluminaba con su luz plateada el nido de un pequeño pájaro llamado Arcoíris. Desde lo alto de su nido, observaba las estrellas titilantes y un árbol de almendro que había florecido, llenando el aire con un dulce aroma. Las luciérnagas danzaban a su alrededor, como pequeñas luces en un desfile celeste.

- ¡Qué hermosa noche! - dijo Arcoíris, estirando sus alas de colores brillantes. - Ojalá pudiera volar hacia las estrellas.

De repente, una luciérnaga se posó cerca de su nido y contestó:

- ¿Por qué no lo haces? El cielo es tan vasto y lleno de aventuras.

Arcoíris suspiró. - Pero tengo miedo. ¿Qué pasará si no encuentro el camino de regreso?

La luciérnaga sonrió con simpatía. - A veces, hay que arriesgarse para descubrir cosas maravillosas. ¡Yo estoy aquí para guiarte!

Arcoíris miró al cielo y pensó en todas las cosas que podía encontrar allí. Finalmente decidió que, a pesar de su miedo, quería probar. - ¡Está bien! ¡Voy a intentarlo! - gritó con alegría.

Con un aleteo decidido, Arcoíris se lanzó del nido. Las luciérnagas lo siguieron, iluminando su camino. Viajó alto y más alto, volando entre las estrellas, sintiendo que el aire fresco acariciaba sus plumas.

Pero de repente, un viento fuerte lo llevó lejos de sus amigas luciérnagas. Arcoíris, asustado, miró hacia abajo y vio un valle oscuro que nunca había visto antes. - ¡Oh no! - gritó. - ¡Estoy perdido!

Un viejo búho que estaba posado en una rama cercana lo escuchó. - ¿Qué te pasa, pequeño pájaro? - preguntó con voz tranquila.

- Estoy perdido y no sé cómo volver a casa - respondió Arcoíris con tristeza.

- No te preocupes. Solo debes recordar el camino que tomaste. ¿Ves cómo el árbol de almendro florecido brilla a la distancia? - le indicó el búho. - Sigue esa luz.

Arcoíris miró atentamente y sí, allí estaba el árbol. Recordó lo hermoso que era desde su nido. - ¡Lo veo! - exclamó con renovado entusiasmo. - Gracias, sabio búho.

El búho sonrió y agregó: - A veces, el miedo nos hace perder el rumbo, pero si confiamos en nosotros mismos y en las luces que nos guían, podemos encontrar el camino de vuelta.

Con el corazón lleno de esperanza, Arcoíris comenzó a volar en dirección al árbol. Las luciérnagas, al darse cuenta de que su amigo se había perdido, comenzaron a brillar aún más intensamente para guiarlo.

Finalmente, después de un emocionante viaje a través de las estrellas y bajo la luz de la luna, Arcoíris regresó a su nido. Las luciérnagas se posaron a su alrededor, iluminando su hogar. - ¡Lo logré! - gritó emocionado. - ¡Volé hasta las estrellas y volví!

- ¡Lo sabíamos! - respondieron las luciérnagas, riendo y dando vueltas. - Eres más valiente de lo que creías, Arcoíris.

Arcoíris miró a su alrededor, su corazón rebosante de alegría. - Ahora sé que no tengo que temer a lo desconocido. ¡Siempre habrá algo o alguien que me guíe de regreso a casa, incluso si me pierdo!

Y así, cada noche bajo la luna llena, Arcoíris miraba hacia el cielo, no solo recordando su aventura, sino sabiendo que a veces, los mayores horizontes se alcanzan al ser valientes.

Los árboles de almendro continuaron floreciendo y las luciérnagas siguieron danzando, iluminando las noches mágicas en el bosque, llenándolo de esperanza y sueños.

- ¡Vamos a seguir explorando juntos! - dijo Arcoíris a las luciérnagas.

Y todos, con una sonrisa, comenzaron otra aventura bajo la luz de la luna llena.

FIN.

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