El Viaje del Pequeño Astronauta
Había una vez un pequeño astronauta llamado Tito que soñaba con conocer el espacio. Desde que era muy chico, se pasaba horas mirando las estrellas y se preguntaba qué habría más allá de la Tierra. Un día, decidió que era hora de convertir su sueño en realidad.
"¡Mamá!" - gritó Tito mientras correteaba por la casa. "Quiero ser astronauta y viajar a la Luna!"
Su mamá, una mujer muy sabia, le sonrió y le dijo:
"Para llegar a la Luna, primero tenés que aprender sobre las estrellas y los planetas. ¿Por qué no empiezas con un libro de astronomía?"
Tito se ilusionó mucho y enseguida fue a buscar su libro. Mientras lo hojeaba, descubrió que había otros planetas, algunos con anillos de colores y otros llenos de volcanes. Con cada página que pasaba, su emoción crecía.
Un par de días después, Tito se encontró con su amigo Lucas, que también soñaba con ser astronauta.
"¡Lucas!" - le dijo Tito entusiasmado. "¿Te gustaría viajar al espacio conmigo?"
"¡Sí! Pero necesitamos un cohete... ¿Cómo lo hacemos?" - respondió Lucas, mirando hacia el cielo.
Decidieron que necesitarían varias cosas para construir su propia nave. Se pusieron manos a la obra y comenzaron a recoger materiales que pudieran usar. Encontraron cajas de cartón, botellas de plástico y hasta una antigua silla que ya no utilizaban.
Después de un largo día de trabajo, lograron construir un cohete improvisado. Tito se subió primero, con su casco de astronauta hecho de un balde.
"¡Listo para despegar! ¡Contá hasta diez, Lucas!" - dijo Tito emocionado.
"Uno, dos, tres..." - comenzó Lucas a contar con mucha energía. Pero justo en ese momento, una fuerte ráfaga de viento hizo que el cohete de cartón se tambaleara.
"¡Oh, no! ¡Se nos va a volar!" - gritó Lucas, mientras trataba de sujetarlo.
El viento soplaba con fuerza, pero ellos no se dieron por vencidos. Con mucho esfuerzo, lograron mantener su cohete en su lugar. Cuando el viento cesó, Tito miró a su amigo y dijo:
"Esto no nos va a detener. ¡Vamos a lograrlo!"
Sin embargo, se dieron cuenta de que necesitaban más ayuda. Así que decidieron hablar con sus amigos del barrio. Todos se unieron al proyecto y, juntos, comenzaron a poner ideas para mejorar su cohete.
"¡Podemos hacer alas de cartón!" - sugirió Sofía, una amiga muy creativa.
"Y podemos pintar estrellas en la nave para que luzca espectacular!" - añadió Felipe.
Con la ayuda de todos, el cohete de Tito se convirtió en una impresionante nave espacial decorada y llena de imaginación. Un día, mientras jugaban en el parque, decidieron hacer su primera misión espacial.
"Hoy vamos a explorar Marte!" - anunció Tito, sintiéndose como un verdadero comandante.
Cuando todos se metieron en el cohete, comenzaron a contar en voz alta:
"¡Tres, dos, uno, despegamos!" Y comenzaron a saltar y a moverse como si estuvieran en gravedad cero.
Fue un viaje increíble. En su imaginación, llegaron a Marte. Desde allí, jugaron a recoger rocas rojas y a buscar vida alienígena. Tito, vestido con su traje espacial, decía:
"¡Miren! ¡Un marciano!" - señalando una hoja de un árbol que parecía muy rara.
"¡Saluden! ¡Hola, amigo marciano!" - gritaron todos con risas.
De pronto, escucharon un ruido extraño. Era su perro, que había llegado para unirse a la aventura. Salió corriendo y derribó el cohete con su cola.
"¡Oh, no! ¡El cohete!" - gritaron todos.
Pero en lugar de ponerse tristes, comenzaron a reír y a hacer otro cohete, esta vez aún más grande y mejor.
"No importa que se rompa, ¡siempre podemos hacer uno nuevo!" - dijo Tito, recordando las enseñanzas de su mamá sobre resolver problemas.
Con cada nueva aventura, Tito y sus amigos aprendieron sobre la importancia de la colaboración, la creatividad y que los sueños son posibles si trabajamos juntos. Al final del día, mientras miraban las estrellas, Tito se sentía más cerca de su sueño de ser astronauta. Y supo que aunque el camino fuera difícil, siempre podrían contar los unos con los otros.
"Gracias, amigos. ¡Hoy vivimos una gran aventura!" - dijo Tito con una gran sonrisa.
"Y volveremos a hacerlo, ¡ya verán!" - respondió Lucas, mientras todos miraban hacia el cielo estrellado que los inspiraba a soñar aún más.
FIN.