El Viaje del Pequeño Genio
Había una vez un niño llamado Lucas. Lucas era muy inteligente y siempre sacaba buenas notas en la escuela. Le gustaba aprender cosas nuevas y disfrutaba de cada asignatura. Sin embargo, había algo que lo hacía sentir muy presionado: su mamá. Ella exigía que Lucas fuera perfecto en todo lo que hacía.
Un día, después de recibir sus calificaciones, Lucas se dio cuenta de que había sacado una nota de 7 en matemáticas. Al llegar a casa con esa nota, el corazón le latía muy rápido.
"¡Hola, mami!" -dijo Lucas con una sonrisa nerviosa, esperando que no se diera cuenta de la nota.
"¿Cómo te fue en la escuela hoy, hijo?" -preguntó su mamá, con una mirada que parecía leer su mente.
"Saqué... un 7 en matemáticas" -respondió él, y a medida que lo decía, su voz se apagaba.
"¿Un 7? ¿Por qué no un 10?" -preguntó su mamá, mientras fruncía el ceño.
Lucas sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
"Intenté hacer lo mejor que pude, mami..."
Y así, Lucas corrió a su habitación, se arrojó sobre su cama y comenzó a llorar. Sentía que nunca era suficiente y que siempre debía ser perfecto. Sin embargo, lejos de llevarlo al desánimo, esa noche tuvo un sueño especial. En su sueño, aparecieron unos genios.
"¡Hola, Lucas!" -dijo uno de los genios, que tenía una larga barba y un sombrero colorido.
"¿Quiénes son ustedes?" -preguntó Lucas, sorprendido.
"¡Nosotros somos los genios de la sabiduría!" -gritó el segundo, haciendo piruetas. "Hoy venimos a ayudarte."
El primer genio se acercó y explicó: "Lucas, ser perfecto no es necesario. Cada pequeño error es una oportunidad para aprender."
"Pero mi mamá quiere que sea el mejor en todo," -replicó Lucas.
"Tu mamá seguramente te quiere mucho, pero a veces los adultos olvidan que todos podemos equivocarnos" -dijo el segundo genio. "Lo importante es esforzarse y disfrutar lo que aprendes."
Lucas reflexionó sobre lo que escuchó y se sintió más tranquilo.
Al día siguiente, al volver a la escuela, decidió hablar con su maestra sobre lo que estaba sintiendo.
"Señora, yo... tengo miedo de no ser suficiente si no sacó siempre 10" -le confesó Lucas.
"Lucas, las notas son solo una parte de tu aprendizaje. Lo más importante es tu esfuerzo y tus ganas de aprender. A veces, una mala nota puede enseñarte más que una buena. Nunca olvides que ser tú mismo es lo más valioso que puedes hacer" -le dijo la maestra con una sonrisa.
Con su corazón un poco más ligero, Lucas volvió a casa y decidió hablar con su mamá.
"Mamá, quisiera hablar con vos sobre las notas..." -comenzó.
"¿Qué pasa, Lucas?" -preguntó ella, un poco preocupada.
"Me siento presionado por las notas y creo que a veces me hace olvidar lo mucho que disfruto aprender. No siempre podré sacar 10... a veces puedo fallar" -dijo con firmeza.
Su mamá lo miró con sorpresa y luego, lentamente, comprendió.
"Lucas, nunca quise que te sintieras así. Te amo, y lo más importante es que seas feliz y aprendas. Prometo apoyarte, independientemente de las notas."
Lucas sonrió por fin al escuchar esas palabras. El camino hacia la comprensión había comenzado y, aunque seguiría esforzándose, la presión había disminuido.
Desde ese día, Lucas aprendió a aceptarse a sí mismo y a disfrutar del proceso. Aunque a veces sacaba notas que no eran perfectas, entendió que cada experiencia era una lección valiosa en su aventura de aprendizaje.
FIN.