El viaje del pez perdido



Había una vez un niño llamado Tomás, a quien le encantaba ir de aventuras. Un día, decidió explorar una playa cercana a su casa. Mientras caminaba por la orilla del mar, vio algo brillante en la arena.

¡Era un pez de colores! Tomás se agachó para reagarrar al pequeño pez y lo sostuvo en sus manos. El pez parecía estar asustado y triste. "¿Qué te pasa, amiguito? ¿Estás perdido?"- preguntó Tomás con curiosidad.

El pez asintió tristemente y respondió: "Sí, me he separado de mi familia y no sé cómo volver a casa". Tomás sintió empatía por el pobre pezito y decidió ayudarlo.

Sabía que había dos caminos: uno a la izquierda que llevaba hacia las montañas y otro a la derecha que conducía al bosque. "Bueno, amigo pezito, tengo dos opciones para llevarte a casa", dijo Tomás pensativo. "Podemos intentar ir hacia las montañas o adentrarnos en el bosque".

El pez miró ambas direcciones y respondió: "Creo que debemos ir hacia las montañas. Mi hogar está cerca del río que fluye desde allí". Así comenzaron su viaje juntos.

Tomás cargaba al pececito en un pequeño balde lleno de agua mientras subían por el sendero rocoso hacia las altas montañas. Después de caminar durante horas bajo el sol caliente, llegaron a un cruce donde encontraron una señal confusa. "Oh no, ¿y ahora qué hacemos?"- se preocupó Tomás.

El pez nadó alrededor del balde y señaló hacia la izquierda. "Creo que debemos ir por aquí", dijo con seguridad. Tomás confió en su nuevo amigo y siguieron el camino de la izquierda.

Sin embargo, después de un rato, se dieron cuenta de que habían tomado un camino equivocado. Estaban perdidos en medio del bosque. "Vaya, parece que nos hemos equivocado", dijo Tomás decepcionado. El pez se disculpó tristemente: "Lo siento mucho, no debería haber elegido esa dirección".

Pero Tomás sonrió y le dijo: "No te preocupes, los errores ocurren. Ahora solo tenemos que encontrar nuestro camino de regreso". Ambos comenzaron a explorar el bosque juntos, buscando pistas para volver a casa.

Mientras caminaban entre los árboles altos y frondosos, encontraron un pequeño riachuelo brillante. "¡Mira! ¡Un arroyito!"- exclamó Tomás emocionado. El pez saltó de alegría dentro del balde y sugirió seguir el curso del agua hasta llegar al río principal que lo llevaría a su hogar.

Siguiendo las indicaciones del pez, finalmente llegaron al río y allí encontraron una familia de peces esperándolo ansiosamente. El pececito saltó fuera del balde y nadó rápidamente hacia sus seres queridos.

Todos estaban felices de reunirse nuevamente gracias a la ayuda valiente y decidida de Tomás. La familia de peces agradeció a Tomás por su amabilidad y le dio un regalo especial: una almeja marina brillante. "Gracias, amigos peces. Me alegra haberlos ayudado", dijo Tomás emocionado.

"Esta almeja será mi recuerdo de nuestra aventura juntos". Tomás se despidió de sus nuevos amigos y emprendió el camino de regreso a casa, lleno de alegría y orgullo por haber ayudado a alguien en apuros.

Y así, Tomás aprendió que incluso si te equivocas en el camino, siempre hay nuevas oportunidades para encontrar soluciones y hacer el bien.

FIN.

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