El Viaje del Piquero Azul



En una hermosa isla llena de palmeras y con un mar de color turquesa, vivía un pequeño piquero azul llamado Piqui. A diferencia de sus amigos, Piqui no podía volar. Mientras los demás piqueros se lanzaban al aire con gracia, él se sentaba en la playa, sintiéndose triste y diferente.

Un día, mientras sus amigos volaban alto, Piqui decidió que era hora de encontrar su lugar en el mundo. "¡Tengo que salir de aquí! Debo descubrir quién soy realmente!"- se dijo. Con un pequeño bolso lleno de conchitas y una hoja seca para usar de mapa, se despidió de sus amigos. "¡Cuídate, Piqui!"- le gritaron.

Piqui comenzó su aventura explorando la isla. En su camino, vio muchos animales: tortugas que se deslizaban por la arena, cangrejos que jugaban entre las rocas y por supuesto, los piqueros volando en círculos por encima. Se sentía cada vez más fuera de lugar. "¿Por qué no puedo volar como ellos?"- se preguntó.

Mientras caminaba, se encontró con una tortuga vieja llamada Tula. "Hola, pequeño, ¿dónde vas con tanto apuro?"- le preguntó Tula.

"Voy a encontrar mi lugar en el mundo. No puedo volar y me siento diferente a todos los demás"- respondió Piqui, con un suspiro.

"Eso no importa, cada uno tiene algo especial que ofrecer. ¿Llevas algo particular contigo?"- le preguntó Tula.

Piqui sacó sus conchitas y señaló "Mira, tengo estas"-.

"¡Son preciosas! ¿Por qué no usas tu belleza para hacer amigos?"- sugirió Tula.

Piqui sonrió, por primera vez se sintió un poco mejor.

Continuó su viaje, un poco más esperanzado. Al día siguiente, se encontró en la selva con un grupo de monos. Escuchaban música y se divertían entre ellos. Piqui se acercó y dijo "Hola, soy Piqui, ¿puedo unirme a ustedes?"-

"¡Claro! Pero primero tienes que bailar, ¡vamos!"- gritaron los monos riendo.

Piqui, aunque un poco tímido, empezó a mover sus alas siguiendo el ritmo. Todos a su alrededor aplaudieron y lo animaron. "¡Eres genial, Piqui!"- le dijeron. Esa experiencia lo hizo sentir un poco más válido.

Sin embargo, cuando llegó la noche, Piqui sintió un profundo vacío. Había disfrutado de la compañía de los monos, pero aún no había encontrado lo que buscaba. En sus pensamientos, recordó a sus amigos piqueros en la playa y cuánto los extrañaba. "Quizás todos esos momentos juntos eran lo más especial"- dijo para sí.

Decidió volver a casa. Cuando llegó, vio a sus amigos volando formando figuras en el cielo. "¡Piqui! ¡Volviste!"- gritaron emocionados.

"No puedo volar, pero puedo hacer otras cosas especiales"- les dijo con una sonrisa y les mostró las conchitas que había encontrado y lo que había aprendido en su viaje.

Sus amigos lo rodearon y lo escucharon atentamente.

"Lo importante es que sos parte de nuestro grupo, no necesitas volar para ser uno de nosotros"- dijo uno de los piqueros.

"Siempre estaré aquí para apoyarte"- añadió otro.

Con lágrimas de felicidad en sus ojos, Piqui comprendió que no importaba si podía volar o no. Lo que realmente contaba era el amor y apoyo de sus amigos. Desde ese día, Piqui se convirtió en el mejor explorador de la isla, guiando a sus compañeros hacia las mejores conchitas y tesoros.

Y así, aunque nunca voló alto como los demás, aprendió que hay muchos modos de ser especial, y que siempre puede encontrar su lugar en el mundo con la ayuda de sus amigos.

FIN.

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