El Viaje del Tren Moño



Era una mañana brillante en la pequeña ciudad de Arcoíris, donde todos los días parecían un cuento de hadas. Santiago y Luciana eran dos amigos inseparables que siempre buscaban nuevas aventuras. Esa mañana, Santiago llegó primero al parque, donde esperaba a Luciana, mientras jugaba con su cometa.

"¡Hola, Luciana!", saludó Santiago con una gran sonrisa al ver a su amiga acercarse.

"¡Hola, Santiago! ¿Te gustaría ir en busca del tren moño?" -preguntó Luciana con los ojos brillantes de emoción.

"¿El tren moño? Pero eso es solo un mito, Luciana. Los adultos dicen que no existe", se atrevió a decir Santiago, aunque su curiosidad lo lanzó al aire como su cometa.

"¡Piénsalo! Si solo se habla de él es porque puede ser real!", argumentó Luciana. "¿Y si nos encontramos con él? Podríamos vivir la aventura de nuestras vidas!"

"¡Vamos a buscarlo!", exclamó Santiago, dejando de lado las dudas.

Así, los dos amigos se adentraron en el corazón del bosque cercano, guiados por un mapa antiguo que Luciana había encontrado en el desván de su abuelo. El mapa tenía una serie de curvas y marcas extrañas que prometían aventuras. Comenzaron su travesía en busca del famoso tren moño, que según los rumores, estaba adornado con mil colores.

Después de caminar un tiempo, se encontraron con un río de aguas cristalinas, que debía atravesar.

"No tengo idea de cómo cruzar esto", dijo Santiago mirando el agua.

"¡Esperá! ¡Lo tengo!" -exclamó Luciana, y sacó de su mochila una cuerda que había traído.

"¡Podemos hacer un puente!"

Santiago asintió y juntos comenzaron a atar la cuerda entre dos árboles. Poco a poco, lograron cruzar el río, llenos de alegría por haber superado el primer obstáculo.

Después de una larga caminata, se encontraron con una colina cubierta de flores.

"¡Mirá! ¡Qué hermoso!" -dijo Luciana, dejando caer su mochila para correr hacia las flores.

"¡Claro que sí! Pero no olvidemos nuestra misión. ¡El tren moño nos espera!" -la recordó Santiago.

De repente, un sonido extraño interrumpió su conversación. Se giraron hacia el camino y vieron un destello azul brillante.

"¿Qué fue eso?" -preguntó Luciana, intrigada.

"¡Vamos a averiguarlo!" -dijo Santiago, corriendo tras el destello.

Al acercarse, descubrieron un pequeño tren en miniatura, pintado de colores vivos, decorado con un gran moño en la parte delantera.

"¡Es el tren moño! ¡Lo encontramos!" -gritaron los dos al unísono.

Los amigos se acercaron al tren y se dieron cuenta de que estaba vacío y parecía esperar. Con emoción, decidieron subir a bordo. Para su asombro, al instante el tren empezó a moverse solo, llevándolos por un recorrido lleno de maravillas: los paisajes cambiaban de montañas a selvas, a playas llenas de gaviotas.

"Esto es fantástico!" -dijo Santiago con una gran sonrisa.

"Y pensar que solo se lo contaba. Y mirá dónde estamos." -respondió Luciana mientras observaba por la ventana.

Los paisajes los dejaron asombrados, pero pronto el tren empezó a frenar súbitamente.

"¿Qué pasa?" -preguntó Luciana.

Justo ahí, se dieron cuenta de que se encontraban frente a un gran bosque que parecía de ensueño, lleno de criaturas mágicas y sonrisas.

"Debemos bajar, esto puede ser peligroso" -advertió Santiago.

"¡Pero, puede que haya más aventuras!" -insistió Luciana.

Finalmente, decidieron bajar, y exploraron el bosque, donde conocieron a criaturas divertidas, como pequeños duendes y hadas que les enseñaron a cuidar de la naturaleza.

"Es necesario cuidar lo que amamos," les explicó uno de los duendes. “Nosotros cuidamos de este bosque y ustedes deben ayudar a que siempre sea hermoso.”

"Sí, lo haremos", prometieron los amigos.

Tras un tiempo en el bosque, comprendieron la importancia del cuidado del medio ambiente. Finalmente, el tren moño volvió a buscarlos para llevarlos de regreso a casa.

"Fue una aventura increíble, ¿no?" -dijo Santiago mientras miraba por la ventanilla del tren.

"Sí, ¡y aprendimos cosas valiosas!" -respondió Luciana con una sonrisa.

Al llegar a la ciudad, Santiago y Luciana se sintieron felices no solo porque encontraron el tren moño, sino porque también entendieron lo importante que era proteger y cuidar su entorno. Desde ese día, se prometieron seguir aventureros, pero también cuidar de la naturaleza.

Y así, cada vez que el sol brillaba, los dos amigos salían a jugar y compartir con los demás lo que habían aprendido, colmando su ciudad de amor y esperanza, siempre recordando su mágico viaje en el tren moño.

FIN.

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