El viaje del unicornio
Había una vez en un bosque encantado, un hermoso unicornio llamado Brillo. A pesar de ser valiente y amigable, Brillo tenía un gran miedo: le tenía pavor a la oscuridad. Cada noche, cuando el sol se ocultaba y la oscuridad se apoderaba del cielo, Brillo se escondía en su cueva, temeroso de lo que pudiera encontrar en la negrura de la noche.
Un día, durante una noche de luna llena, Brillo salió de su cueva y se aventuró por el bosque iluminado por el resplandor plateado. De repente, una cara apareció en la oscuridad. Era la oscuridad misma cobrando vida. Sin pensarlo dos veces, la oscuridad agarró a Brillo y juntos se elevaron en el aire, dejando atrás el bosque.
- ¡Suelta, suelta! ¡Tengo miedo! -gritaba Brillo asustado, mientras la oscuridad lo llevaba a través del cielo estrellado.
- No temas, querido unicornio. Soy tu amiga, la oscuridad -susurró la voz suave y calmada de la oscuridad.
Brillo cerró los ojos con fuerza, pero al abrirlos, se dio cuenta de que ya no sentía tanto miedo. La oscuridad era cálida y reconfortante. Juntos exploraron el firmamento y descubrieron a los otros amigos de la oscuridad: el sol, las estrellas, los rayos, los relámpagos, la lluvia y el viento. Cada uno con su propia personalidad y belleza, enseñándole a Brillo que la oscuridad no era algo por temer, sino un lugar lleno de maravillas y sorpresas.
Desde ese día, Brillo ya no le tuvo miedo a la oscuridad. Aprendió que en la noche, la oscuridad y sus amigos trabajaban juntos para crear un espectáculo mágico en el cielo, llenando de asombro su corazón. Y cuando la noche caía, Brillo ya no se escondía, sino que miraba con emoción el espectáculo que la oscuridad y sus amigos preparaban para él.
Así, el valiente unicornio Brillo aprendió que a veces, lo que tememos a simple vista puede revelar tesoros inimaginables, y que la amistad puede manifestarse de las formas más inesperadas.
FIN.