El viaje del valiente Túpac
En el vasto imperio inca, el joven Túpac Yupanqui miraba hacia las montañas desde su palacio en Cuzco. Era un joven decidido que soñaba con un imperio próspero y fuerte, pero su corazón también anhelaba la paz.
Un día, mientras caminaba por los jardines del palacio, su amiga Inti se acercó con una expresión preocupada. "¿Por qué siempre te inclinas hacia la guerra, Túpac? La tierra es hermosa y todavía hay mucho que aprender de ella".
Túpac le respondió con firmeza: "Para proteger a nuestro pueblo, debo ser fuerte y valiente. Necesitamos expandir nuestras fronteras y asegurarnos de que nadie ponga en peligro nuestra forma de vida".
Inti, con su característico espíritu optimista, sonrió y dijo: "Pero, ¿y si juntos podemos encontrar una manera de unir a los pueblos en lugar de pelear?".
Esa noche, mientras el sol se ocultaba detrás de las montañas, Túpac decidió que lideraría una expedición hacia el norte. Sin embargo, prometió a Inti que buscaría formas de dialogar con los pueblos que encontrara en su camino.
Al día siguiente, Túpac reunió a su ejército en la plaza central y les habló. "¡Valientes guerreros! Vamos hacia el norte, pero esta vez, en lugar de atacar, vamos a ofrecer nuestras manos y corazones. Haremos amigos en lugar de enemigos".
Los guerreros miraron a su líder con asombro. "¿Cómo haremos eso?" -preguntó uno de ellos.
Túpac sonrió. "Con respeto y honestidad. Aprenderemos sobre sus costumbres y compartiremos las nuestras".
Así, partieron con el sol naciente. Después de días de viajar a través de valles y montañas, llegaron a un pueblo llamado Misk'i. Al principio, los habitantes se mostraron recelosos. Sin embargo, Túpac se presentó ante ellos con humildad. "Yo soy Túpac de los incas. Venimos en son de paz, para conocerlos y aprender de ustedes".
Los habitantes, sorprendidos por su actitud, decidieron aceptarlos. Con el paso de los días, compartieron historias, música y danza. Túpac se dio cuenta de que, a través del diálogo, podían construir la paz.
Un día, mientras compartían un banquete, uno de los ancianos del pueblo de Misk'i preguntó: "¿Cómo se sienten al ser guerreros?".
Túpac respondió: "Nos sentimos orgullosos de proteger nuestra tierra, pero también nos damos cuenta de que la verdadera fuerza está en la amistad y el entendimiento".
El anciano sonrió y dijo: "Sabías que, en nuestra cultura, la unión nos hace más fuertes. Deberías verla como un puente, no como un muro".
Al escuchar esto, Túpac decidió que llevaría esta enseñanza de vuelta a su hogar. Y así, al final de su expedición, en lugar de regresar como conquistador, volvió a Cuzco como un embajador de la paz.
Cuando llegó a su ciudad, convocó a toda su gente. "Quiero compartir lo que aprendí. Podemos ser fuertes y proteger nuestra tierra sin derramar sangre. La unión es nuestra mayor fortaleza".
Y, con el tiempo, Túpac Yupanqui no solo se convirtió en un gran líder militar, sino en un sabio que promovía la paz. Su historia fue contada por generaciones, un recordatorio de que, a veces, el camino menos esperado es el que lleva a la verdadera grandeza.
FIN.