El viaje divino de Alicia



Había una vez en la hermosa ciudad de Tabasco, Argentina, una niña llamada Alicia.

Desde muy pequeña, Alicia siempre se sentía fascinada por las maravillas que Dios había creado en el mundo: las flores con sus colores vibrantes, los pájaros cantando alegremente y los amaneceres llenos de luz y esperanza. Alicia pasaba horas explorando su jardín, buscando cualquier rastro de Dios. Miraba debajo de cada hoja y detrás de cada arbusto, pero no lograba encontrarlo.

Un día decidió emprender un viaje en busca del Creador para poder conocerlo personalmente. Con su mochila llena de entusiasmo y curiosidad, Alicia comenzó su aventura.

Caminó por montañas altas y valles profundos, preguntándole a todas las personas que encontraba si habían visto a Dios. Pero nadie parecía tener una respuesta clara. Después de mucho caminar, llegó a un pequeño pueblo donde vivía un sabio anciano llamado Don Ignacio.

Era conocido por su gran sabiduría y experiencia en la vida. Con esperanzas renovadas, Alicia fue a visitarlo para pedirle ayuda. "Don Ignacio, estoy buscando a Dios pero no logro encontrarlo", le dijo Alicia con voz entrecortada por la emocionante aventura que estaba viviendo.

El anciano sonrió amorosamente y le respondió: "Querida Alicia, buscar a Dios no es algo que se pueda hacer físicamente como buscar una flor o un pájaro. Él está en todas partes y dentro de todos nosotros".

Alicia quedó perpleja ante las palabras de Don Ignacio. No entendía cómo alguien tan grande y poderoso podía estar en todas partes sin que ella pudiera verlo.

"Pero, ¿cómo es eso posible? Si Dios está en todas partes, ¿por qué no puedo encontrarlo?", preguntó Alicia con sincera confusión. El sabio anciano se sentó junto a ella y le explicó: "Dios se encuentra en cada acto de bondad, en cada sonrisa amable y en cada momento de amor que compartimos con los demás.

No necesitas buscarlo fuera de ti misma, sino dentro de tu corazón". Alicia reflexionó sobre las palabras del sabio anciano.

Comprendió que Dios estaba presente en todo lo hermoso y bueno que encontraba a su alrededor: el canto melodioso de los pájaros, la fragancia embriagadora de las flores y la calidez del sol al amanecer. Desde ese día, Alicia decidió vivir su vida buscando la belleza y la bondad en cada pequeño detalle.

Aprendió a apreciar la naturaleza como una manifestación tangible del amor divino. Con el tiempo, Alicia descubrió que cuanto más buscaba la presencia de Dios dentro de sí misma y en su entorno, más cerca se sentía de Él.

Ya no necesitaba encontrarlo físicamente porque sabía que siempre estaba allí, guiándola a través del mundo maravilloso que había creado. Y así fue como Alicia encontró su propósito: compartir con los demás el amor inmenso y la belleza divina que había descubierto.

Cada vez que alguien admiraba una flor o escuchaba el dulce trinar de un pájaro, recordaban la historia de Alicia y cómo ella había aprendido a encontrar a Dios en cada momento.

Desde entonces, Tabasco se convirtió en un lugar lleno de alegría y gratitud. Las personas comenzaron a valorar aún más las maravillas naturales que los rodeaban, sabiendo que eran el regalo precioso de un Creador amoroso.

Y así, con su corazón rebosante de felicidad, Alicia siguió explorando el mundo con una mirada llena de asombro y gratitud por todas las cosas hermosas que Dios había creado.

FIN.

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