El viaje dulce de Mamá Débora y Martín


Mamá Débora y su hijo Martín habían ahorrado durante mucho tiempo para poder hacer un viaje juntos. Querían vivir una aventura que nunca olvidarían.

Después de buscar en diferentes destinos, finalmente encontraron el lugar perfecto: el país de los bombones. Al llegar al país, se dieron cuenta de que todo estaba hecho de chocolate y dulces. Había árboles de gomitas, ríos de chocolate derretido y casas hechas con caramelos. Era como estar en un sueño.

Mamá Débora y Martín caminaban por las calles del país cuando se encontraron con un grupo de niños jugando en una plaza. Los niños estaban comiendo bombones gigantes y compartiendo entre ellos. "Hola chicos", saludó Mamá Débora sonriendo-.

"¿Qué están haciendo?""Estamos comiendo estos deliciosos bombones", dijo uno de los niños mientras le ofrecía a Martín uno-. "¿Quieres probar?"Martín tomó el bombón gigante y empezó a comerlo felizmente.

Pero después de unos minutos, comenzó a sentirse mal. "Me duele la panza", dijo Martín con lágrimas en sus ojos. Mamá Débora se preocupó mucho por su hijo pero no sabía qué hacer para ayudarlo. Fue entonces cuando apareció un hombre misterioso vestido todo de chocolate.

"¡Hola! ¿Qué les pasa?", preguntó el hombre misterioso. "Mi hijo se siente mal después de comer uno de estos enormes bombones", explicó Mamá Débora preocupada.

El hombre misterioso les contó que había dos tipos diferentes de bombones: los buenos y los malos. Los buenos eran los que se compartían entre todos, mientras que los malos eran aquellos que solo algunas personas guardaban para sí mismas. "Los bombones malos son muy peligrosos", explicó el hombre misterioso-.

"Siempre dejan a las personas enfermas y tristes". Mamá Débora entendió la lección y decidió enseñarle a Martín sobre la importancia de compartir. Juntos, empezaron a repartir bombones con los niños del país de los bombones.

Pronto, Martín se sintió mejor y se divirtió mucho jugando con sus nuevos amigos. Desde ese día en adelante, Mamá Débora y Martín siempre recordarían la lección aprendida en el país de los bombones: compartir es lo más importante para tener una vida feliz.

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