El viaje emocional



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, llamado Villa Emocional, donde todos los habitantes eran emociones personificadas. Había alegría, tristeza, ira, miedo y muchas otras emociones que vivían juntas en armonía.

En este pueblo vivía una niña llamada Ana. Ella era muy inteligente y curiosa, pero a veces tenía dificultades para manejar sus emociones. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, se encontró con un extraño personaje: el sabio Sentirón.

Sentirón era una mezcla de todas las emociones y había viajado por todo el mundo aprendiendo sobre la importancia de manejarlas adecuadamente. Al ver a Ana algo preocupada, decidió acercarse y ofrecerle su ayuda.

"Hola Ana ¿cómo te llamas?"- preguntó Sentirón con una sonrisa amigable. "Hola, soy Ana"- respondió ella tímidamente. "Veo que estás un poco confundida ¿puedo ayudarte?"- dijo Sentirón. Ana asintió con la cabeza y le contó a Sentirón sobre cómo se sentía cuando estaba molesta o triste.

Sentirón escuchó atentamente y luego le explicó lo importante que es reconocer nuestras emociones y saber cómo controlarlas.

Le mostró a Ana un mapa del pueblo donde cada emoción tenía su propia casa: Alegría vivía en la Casa Amarilla, Tristeza en la Casa Azul e Ira en la Casa Roja. Luego de eso Sentirón llevó a Ana a visitar cada casa para conocer mejor a las diferentes emociones.

En cada visita, Ana aprendió cómo cada emoción tenía su propósito y cómo podían trabajar juntas en armonía. Un día, mientras Ana jugaba en el parque, se encontró con un niño llamado Juanito. Juanito estaba muy triste porque había perdido su pelota favorita.

Ana recordó lo que había aprendido de Tristeza y decidió consolarlo. "Hola Juanito ¿qué te pasó?"- preguntó Ana. "Perdí mi pelota y ahora me siento muy triste"- respondió él con los ojos llenos de lágrimas.

Ana le explicó a Juanito que está bien sentirse triste cuando algo malo sucede, pero también le enseñó que la alegría puede ayudarlo a encontrar una solución. Juntos buscaron la pelota por todo el parque hasta que finalmente la encontraron escondida detrás de unos arbustos.

Juanito se sintió aliviado y feliz gracias a la ayuda de Ana. Desde ese día, Ana se convirtió en una experta en inteligencia emocional. Ayudaba a sus amigos a entender sus emociones y les enseñaba cómo manejarlas correctamente.

El pueblo de Villa Emocional vivió felizmente después de eso, donde todas las emociones trabajaban juntas para ayudarse mutuamente. Y así, gracias a Sentirón y Ana, todos aprendieron la importancia de reconocer nuestras emociones y manejarlas adecuadamente para vivir en armonía.

Y colorín colorado, este cuento sobre inteligencia emocional ha terminado.

FIN.

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