El viaje emocional de Mateo
Había una vez un monstruo de colores llamado Mateo. Vivía en un bosque mágico rodeado de árboles gigantes y flores brillantes. Pero a diferencia de otros monstruos, Mateo tenía un problema especial: no podía entender sus propias emociones.
Un día soleado, mientras caminaba por el bosque, Mateo se encontró con su amiga la mariposa Margarita. Ella se dio cuenta de que algo andaba mal y decidió ayudarlo. "Hola Mateo, ¿qué te pasa?" - preguntó Margarita preocupada.
Mateo suspiró y respondió: "No sé qué me pasa, Margarita. Me siento confundido todo el tiempo. No puedo distinguir mis emociones".
Margarita sonrió comprensivamente y dijo: "Creo que puedo ayudarte, pero primero debemos encontrar las emociones que están dentro de ti". Juntos, comenzaron a explorar el bosque en busca de las diferentes emociones que habitaban en Mateo.
Encontraron una emoción roja como el fuego, era la rabia; una emoción azul como el océano profundo, era la tristeza; también encontraron una emoción amarilla como el sol brillante, era la alegría; y así sucesivamente hasta encontrar todas las emociones del arcoíris. Con cada emoción encontrada, Margarita le explicaba a Mateo cómo se sentían y qué los hacía especiales.
Le enseñó que la rabia puede ser útil cuando necesitamos protegernos o establecer límites; que la tristeza nos ayuda a sanar nuestras heridas y aprender importantes lecciones; y que la alegría nos llena de energía y nos hace disfrutar de los buenos momentos.
Mientras exploraban, Mateo comenzó a comprender sus emociones y cómo se manifestaban en su cuerpo.
Aprendió que cuando estaba enojado, su piel se volvía roja; cuando estaba triste, sus ojos se llenaban de lágrimas; y cuando estaba feliz, saltaba de alegría. Después de un largo día, Mateo finalmente entendió todas sus emociones y cómo interactuaban entre sí. Se sentía más tranquilo y seguro conociéndolas. "Gracias Margarita por ayudarme a entender mis emociones", dijo Mateo con gratitud.
"De nada, amigo. Recuerda que tus emociones son parte de ti y no hay emociones buenas o malas. Todas te hacen quien eres", respondió Margarita cariñosamente.
Desde ese día, Mateo vivió felizmente en el bosque mágico junto a Margarita y otros amigos monstruos coloridos. Cada vez que una emoción lo confundía, recordaba las lecciones aprendidas y encontraba la manera adecuada de expresarse.
El monstruo de colores ahora era conocido como "Mateo el sabio" porque compartía su conocimiento sobre las emociones con todos los demás monstruos del bosque. Y así termina esta historia inspiradora sobre cómo aprender a reconocer nuestras propias emociones puede ayudarnos a vivir una vida más plena y feliz.
FIN.