El viaje emocional de Mateo
Había una vez un chico llamado Mateo, de 8 años, que vivía en un mundo completamente nuevo.
En este lugar mágico, había un sin número de actividades por hacer: árboles gigantes para escalar, ríos cristalinos para nadar y criaturas fantásticas con las que interactuar. Sin embargo, Mateo se sentía solo. Aunque disfrutaba de todas las maravillas que el mundo le ofrecía, no podía evitar recordar que estaba solo y eso lo entristecía.
Pero en lugar de dejarse llevar por la tristeza, decidió aprovechar su tiempo a solas para explorar más sobre sí mismo. Un día, mientras caminaba por un hermoso prado lleno de flores brillantes, Mateo encontró un espejo mágico.
Al mirarse en él, vio reflejadas sus emociones: alegría, tristeza, enojo y miedo. Se dio cuenta de lo importante que era reconocer y entender sus propios sentimientos. A partir de ese momento, Mateo comenzó a reflexionar sobre cómo se sentía en cada situación.
Si algo lo hacía feliz o emocionado, sonreía y seguía adelante con entusiasmo. Si algo lo ponía triste o asustado, se permitía sentirlo pero también buscaba maneras de superarlo. Poco a poco fue construyendo su propio yo interior.
Aprendió a confiar en sí mismo y a tomar decisiones basadas en sus valores y deseos personales. Descubrió que no necesitaba la compañía constante de otras personas para ser feliz; él tenía todo lo que necesitaba dentro de sí mismo.
Un día mientras exploraba una cueva oscura, Mateo se encontró con un extraño ser de otro planeta. Era pequeño y verde, con grandes ojos brillantes.
El ser le contó que el cosmos estaba en peligro y que necesitaba ayuda para salvarlo. Mateo aceptó el desafío sin dudarlo. Sabía que su capacidad para pensar en sus sentimientos y actuar según ellos lo había llevado a convertirse en alguien fuerte y valiente.
Con su espejo mágico como guía, se adentró en el universo desconocido. En su viaje por el cosmos, Mateo enfrentó muchos desafíos: criaturas espaciales traviesas, planetas oscuros e incluso la tentación de rendirse.
Pero siempre recordaba mirarse en su espejo mágico y encontrar la fuerza dentro de sí mismo. Finalmente, después de superar todos los obstáculos, Mateo logró salvar al cosmos. Su acto valiente fue reconocido por los habitantes del universo quienes le agradecieron profundamente.
De regreso a casa, Mateo se dio cuenta de lo mucho que había aprendido durante su aventura solitaria. Había descubierto la importancia de conocer y entender sus propios sentimientos para construir su identidad.
Y aunque seguía disfrutando del mundo nuevo lleno de actividades emocionantes, ahora sabía que nunca estaría solo mientras tuviera esa conexión consigo mismo.
Y así, Mateo continuó explorando el mundo junto a nuevas amistades mientras compartía su sabiduría sobre cómo pensar sus sentimientos y construir un yo fuerte y valiente con aquellos que lo necesitaran. Fin
FIN.