El Viaje en el Tiempo de Iñaki
Era una mañana soleada en Pamplona, y Iñaki estaba en su habitación rodeado de mapas y libros sobre la historia de su ciudad. Siempre había sentido una fascinación especial por cómo había llegado a ser lo que era. De repente, tuvo una idea brillante, inspirada por un libro sobre viajeras del tiempo. "¡Voy a hacer un viaje en el tiempo!" - exclamó emocionado, mientras se miraba en el espejo. Tras algunos minutos de pensamiento, decidió que para viajar sería necesario un sofisticado artefacto, así que se puso a construirlo con viejas cajas de cartón y algunos juguetes que tenía.
Mientras tanto, su abuela, que estaba en la cocina, escuchó a Iñaki y preguntó: "¿Qué estás haciendo, querido?" - Iñaki le explicó su proyecto, y su abuela sonrió, sabiendo que siempre había sido muy curioso. "Si quieres saber sobre la historia de Pamplona, puedo contarte algunas historias" - dijo.
Iñaki se emocionó aún más y decidió que, aunque no podía realmente viajar en el tiempo, sí podría aprender todo lo que pudiera de su abuela. "¡Contame, abuela!" - pidió.
Su abuela se acomodó en una silla y comenzó a relatar: "Pamplona fue fundada por los romanos en el año 75 a.C. Cuando llegaron aquí, la llamaron 'Pompaelo'. Era un lugar estratégico para los caminos que conectaban distintas ciudades y, por eso, creció rápidamente. Los romanos construyeron murallas y edificios impresionantes. ¿Sabías que aquí se celebraban espectáculos en el anfiteatro?"
Iñaki la escuchaba atento, imaginando a gladiadores luchando y multitudes vitoreando. "¿Y qué pasó después?" - preguntó con ansias.
"Con el tiempo, Pamplona fue ocupada por los visigodos, luego por los musulmanes, y finalmente, en el año 824, por los francos de que reinaba en esa época. Se hicieron muchos cambios y construcciones, y así fue como la ciudad comenzó a tomar la forma que tiene hoy. ¡Pero eso no es todo!" - dijo su abuela. "Tuve la suerte de que mi abuelo me contara historias sobre aquellos días, y hasta me llevaban a ver los restos de las murallas".
Intrigado, Iñaki se propuso encontrar esos restos y aprender más sobre su ciudad. "Abuela, ¿podemos ir a ver las murallas?" - preguntó.
"Por supuesto, pero primero necesitamos prepararnos para una aventura" - respondió su abuela, sonriendo. Y así fue como Iñaki y su abuela se equiparon con bocadillos, una cámara y un cuaderno para apuntar lo que descubrieran.
Caminaron por las calles de Pamplona, donde Iñaki veía la ciudad con ojos de asombro. "¿Puedo hacer dibujos de lo que veo?" - preguntó. "¡Claro! Haz un dibujo de la alfombra de flores que se coloca para las fiestas!" - sugirió su abuela. Siguiendo el camino, llegaron a un parque que escondía parte de las viejas murallas.
Mientras contemplaban los enormes bloques de piedra, Iñaki se sintió como un verdadero explorador. "¿Cómo es que estas piedras han estado aquí tanto tiempo?" - reflexionó en voz alta.
"La historia de un lugar está en cada piedra, en cada calle que pisamos. Todo lo que vemos ha sido testigo de lo que ocurrió en este rincón del mundo" - contó su abuela. La curiosidad de Iñaki crecía como un fuego, y sentía que su corazón latía más rápido. "Quiero aprender más sobre todas las culturas que han pasado por aquí, abuela. ¿Podemos investigar sobre los visigodos, los musulmanes y los francos?"
"¡Por supuesto! Podemos ir a la biblioteca y buscar más información!" - le respondió la abuela con entusiasmo.
Así que, luego de explorar, se dirigieron a la biblioteca. En el camino, Iñaki imaginaba cómo habrían vivido las personas en aquellas épocas. "¿Pensás que había niños como yo?" - preguntó. "Seguramente, y también tenían sus propias aventuras y sueños" - aseguró su abuela.
En la biblioteca, descubrieron libros llenos de ilustraciones y datos fascinantes que desearían compartir con sus amigos. "Mirá, abuela! Aquí dice que Pamplona también es famosa por su Festival de San Fermín, donde todos se visten de blanco y rojo". Iñaki estaba entusiasmado.
A medida que pasaban las horas, Iñaki y su abuela recorrieron pasajes de su historia, maravillándose con cada descubrimiento. A medida que el sol comenzaba a ponerse, Iñaki pensó en lo afortunado que era de vivir en un lugar con tanta historia. "¡Gracias, abuela! Este día fue increíble!" - exclamó. "Siempre hay más por descubrir, Iñaki. La curiosidad es el mejor motor para la aventura. Recuerda, la historia no se limita a libros; está en las calles, en las historias de la gente y en tu propia vida!" - concluyó su abuela, abrazándolo.
Así terminó un día lleno de aprendizaje y exploración, pero Iñaki sabía que su viaje apenas comenzaba. Había una ciudad por explorar, una historia por contar, y un niño curioso que jamás dejaría de preguntar por más.
Con una sonrisa en su rostro, regresaron a casa, y Iñaki ya planeaba su próxima aventura, porque la historia estaba esperando ser descubierta.
FIN.