El viaje en el tiempo de Lucas y San Francisco



Era un caluroso día en Buenos Aires, cuando Lucas, un joven curioso de 12 años, decidió visitar la biblioteca de su barrio. Puerta tras puerta, fue explorando aquel mágico lugar lleno de libros viejos y misteriosos. Una mañana, en un rincón escondido, encontró un libro con una cubierta de cuero desgastada que decía "Viajes en el Tiempo". Intrigado, lo abrió y, al leer las primeras líneas, un rayo de luz lo envolvió y... ¡zas! Se encontró en un lugar completamente diferente.

Al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que estaba en un hermoso jardín lleno de flores vibrantes y árboles frondosos. Un arcoíris brillaba sobre el cielo mientras él caminaba por el sendero. Fue entonces cuando escuchó una voz suave.

"Hola, joven. ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó una figura que se acercaba.

Lucas se quedó maravillado. Allí estaba él, San Francisco de Asís, rodeado de pájaros que cantaban y animales que lo seguían.

"Hola, soy Lucas. No sé cómo llegué aquí, pero estoy emocionado de conocerte. He leído de ti en la escuela. Dicen que fuiste un amigo de los animales y la naturaleza. ¿Es cierto?"

"Así es, querido amigo. La naturaleza y todos los seres vivos son parte de nuestra familia. Cada uno merece nuestro amor y respeto" - respondió San Francisco con una sonrisa cálida.

Lucas se sintió inspirado. Había estado preocupado por la contaminación y la falta de cuidado por el medio ambiente en su tiempo. Pero ahora, se dio cuenta de que podía hacer una diferencia.

"San Francisco, ¿cómo puedo ayudar a la naturaleza en mi tiempo?" - preguntó Lucas, ansiando aprender.

"Todo comienza con pequeños actos, Lucas. Cada vez que reciclas, ahorras agua o plantas un árbol, estás haciendo algo grande. La suma de cada pequeño esfuerzo cuenta. Recuerda, las acciones de un solo individuo pueden cambiar el mundo" - respondió con serenidad.

Entusiasmado, Lucas decidió que debía ver más. San Francisco le mostró un hermoso bosque cercano donde se podía escuchar el murmullo de un arroyo. Allí, conoció a un grupo de niños que jugaban y cuidaban de las plantas.

"¿Qué están haciendo?" - preguntó Lucas.

"Estamos plantando árboles y aprendiendo sobre las plantas. ¡Queremos que más animales vengan a vivir aquí!" - exclamó una niña de su edad, mientras regaba un pequeño árbol.

"¡Eso suena fantástico! Me encantaría ayudar" - dijo Lucas, involucrándose de inmediato.

Juntos, comenzaron a trabajar en el bosque. Lucas entendió que no solo se trataba de plantar árboles, sino también de crear conciencia sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

"Cada árbol es un hogar y cada planta aporta algo especial a la tierra. Cuanto más cuidemos de nuestra casa, mejor viviremos en ella" - les recordaba San Francisco.

Luego de un día lleno de actividad, San Francisco se sentó junto a Lucas y le hizo una pregunta.

"¿Qué aprendiste hoy, Lucas?" - le preguntó con curiosidad.

"Aprendí que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer algo, sin importar cuán pequeños seamos" - contestó Lucas, sintiéndose fuerte y decidido.

Pero, el día no había terminado. De repente, un viento fuerte azotó el bosque, trayendo consigo residuos y basura. Lucas, horrorizado, miró a San Francisco.

"¡Debemos hacer algo!" - exclamó.

"Claro, pero no solo debemos limpiar, también tenemos que educar a otros. La naturaleza necesita nuestra voz y nuestras acciones" - respondió San Francisco.

Lucas, motivado y con una nueva misión, decidió que debía volver a su tiempo. Sabía que podía ser un agente de cambio en su comunidad.

Despidió a San Francisco, quien le dio un cálido abrazo.

"Recuerda, Lucas: nunca subestimes el poder de un corazón que quiere hacer el bien. ¡Regresa y comparte lo que has aprendido!" - le dijo. Con esas palabras, el libro que Lucas había encontrado previamente comenzó a brillar nuevamente y lo llevó de vuelta a su tiempo.

De regreso en Buenos Aires, Lucas empezó a compartir su historia con amigos y familiares. Juntos, organizaron campañas de limpieza, plantación de árboles y talleres sobre reciclaje.

Su pasión contagió a muchos, y Lucas se dio cuenta de lo que San Francisco le había enseñado: cada pequeño paso cuenta y el amor por la naturaleza se puede multiplicar.

Y así, el joven Lucas no solo aprendió sobre el cuidado del medio ambiente, sino que, junto a su comunidad, se convirtió en un verdadero guardián del planeta, demostrando que la amistad con la naturaleza es esencial para un mundo mejor.

FIN.

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