El viaje en el tiempo de Tomás


Había una vez un niño llamado Tomás que amaba los dinosaurios. Desde pequeño, coleccionaba figuras de juguete y libros sobre estas criaturas prehistóricas. Su habitación estaba decorada con dibujos y pósters de T-Rex, Stegosaurus y Triceratops.

Un día, mientras visitaba el museo de historia natural con su familia, Tomás se separó del grupo y se perdió en las salas llenas de fósiles y esqueletos gigantes.

Al intentar encontrar la salida, se topó con una puerta secreta detrás del esqueleto de un diplodocus. Intrigado por lo que podría haber detrás de esa puerta, Tomás decidió abrirla. Para su sorpresa, encontró un laboratorio secreto donde había un científico loco trabajando en una máquina del tiempo.

"¡Hola! ¿Quién eres tú?", preguntó el científico al ver a Tomás entrar. "Soy Tomás", respondió el niño emocionado.

"¿Qué es esa máquina?"El científico explicó que era una máquina del tiempo que podía llevar a cualquier persona a cualquier época en la historia. Y como Tomás era tan apasionado por los dinosaurios, le ofreció llevarlo al período Jurásico para conocerlos en persona. Tomás no lo pensó dos veces y aceptó la oferta sin dudarlo.

Se subió a la máquina junto al científico loco y pulsaron el botón verde. Cuando llegaron al pasado remoto, quedaron maravillados por el paisaje lleno de helechos altos y árboles prehistóricos.

Y lo que es más, vieron a los dinosaurios pastando y cazando en su hábitat natural. Tomás estaba tan emocionado que corrió hacia un grupo de triceratops para acariciarles el lomo. Pero cuando se acercó demasiado, uno de ellos le dio un golpe con la cabeza y lo lanzó al aire.

"¡Ayuda! ¡Me caigo!", gritaba Tomás mientras caía por una cascada. El científico loco actuó rápido y abrió un portal en el tiempo justo debajo de Tomás para salvarlo del impacto.

Cuando volvieron al presente, Tomás tenía heridas menores pero estaba ileso. "¿Estás bien?", preguntó el científico preocupado. "Sí, gracias a ti", respondió Tomás sonriendo. "Pero creo que ya tuve suficiente aventura por hoy".

Desde ese día, Tomás aprendió que aunque era genial conocer a sus héroes prehistóricos en persona, también había peligros inesperados que podían surgir. Aun así, nunca dejó de amar a los dinosaurios y siempre recordaría esa experiencia como la mejor aventura de su vida.

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