El Viaje en el Trineo de Estrellas



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas nevadas, un niño llamado Nico. A Nico le encantaban las aventuras, pero también soñaba con poder volar por el cielo. Una tarde, mientras exploraba el ático de su abuela, encontró un viejo trineo polvoriento con un diseño que apenas podía reconocer. Era un trineo muy especial, ¡uno que había pertenecido al abuelo cuando era joven!

Nico limpiò el trineo y en la parte trasera encontró un mapa antiguo. Estaba marcado con un camino que llevaba a la Cumbre de las Estrellas, un lugar donde, según la leyenda, tocaba el cielo y se podía ver el brillo de las estrellas más cercanas. Impulsado por la emoción, Nico decidió que debía encontrar ese lugar.

Al día siguiente, recogió algunos víveres, se abrigó bien y, con su trineo en la mano, partió hacia la montaña. En el camino, conoció a una linda niña llamada Lila.

"¿Adónde vas con ese trineo?" - preguntó Lila, curiosa.

"Voy a la Cumbre de las Estrellas. Quiero volar como un pájaro entre las nubes" - respondió Nico con una sonrisa.

"¡Me encantaría ir contigo!" - dijo Lila entusiasmada. "¿Puedo acompañarte?"

Nico dudó un momento. No había pensado en que podría necesitar ayuda, pero la energía de Lila era contagiosa, así que accedió.

"Claro, ¡vamos!" - dijo Nico.

Los dos amigos comenzaron su travesía, y mientras avanzaban, se encontraron con varios desafíos. Primero, tuvieron que cruzar un río helado, donde el agua reflejaba el cielo.

"No sé si vamos a poder cruzar..." - dijo Lila temerosa.

"Podemos hacerlo. Debemos trabajar en equipo. Usa eso como un trampolín" - sugirió Nico, señalando un gran trozo de hielo.

Lila, animada, usó el hielo como una plataforma para saltar al otro lado, y pronto Nico la siguió. ¡Lo lograron!

Después de varias horas de viaje, llegaron a un bosque oscuro. Los árboles eran tan altos que apenas dejaban pasar la luz del sol.

"Me da miedo..." - murmuró Lila.

"No te preocupes. Estaremos bien siempre que estemos juntos. Además, tengo mi linterna aquí" - dijo Nico, sacando una pequeña luz que llevaba en su mochila.

Con la linterna encendida, iluminaron su camino. Comenzaron a ver criaturas mágicas entre los árboles: luciérnagas que danzaban y un búho que les indicó el camino hacia la salida del bosque.

Ya más cerca de la Cumbre de las Estrellas, los dos amigos se encontraron con una tormenta de nieve. La visibilidad era casi nula.

"No sé si podamos continuar" - exclamó Lila, con la voz temblorosa por el frío.

"No podemos rendirnos. Si seguimos juntos, encontraremos el camino" - dijo Nico mientras se abrazaban para mantener el calor.

A través del viento helado, encontraron un refugio en una cueva. Allí, conocieron a un anciano llamado Pablo, que parecía tener mucha sabiduría.

"¿Por qué vienen aquí, chicos?" - preguntó Pablo.

"Estamos buscando la Cumbre de las Estrellas. Queremos ver las estrellas de cerca" - respondió Nico.

"¿Saben? A veces, el verdadero viaje no es solo llegar al destino, sino lo que aprenden en el camino" - les dijo el anciano con una sonrisa. "Aprovechen el tiempo en este refugio. La tormenta pasará".

Los niños escucharon al anciano, y pasaron la noche contándose historias y risas. Al amanecer, la tormenta se había calmado. Se despidieron de Pablo, quien les regaló una pequeña piedra brillosa.

"Llévenla. Les recordará que siempre queda luz, incluso en la oscuridad" - les dijo.

Finalmente, después de una larga caminata, llegaron a la Cumbre de las Estrellas. El paisaje era espectacular: un mar de estrellas brillantes que parecían tocar el suelo. Nico y Lila se miraron, llenos de asombro.

"¡Mirá! ¡Es increíble!" - exclamó Lila.

"Nunca lo hubiera logrado sin ti. Gracias por ser tan valiente" - le dijo Nico, sonriendo.

En ese momento, ambos niños comprendieron que el verdadero valor de su travesía no solo estaba en ver las estrellas, sino en la amistad y los aprendizajes que compartieron en el camino. Regresaron a casa con nuevos sueños y un lazo irrompible entre ellos.

Nunca olvidaron su viaje a la Cumbre de las Estrellas, y siempre llevaron consigo esa brillante piedra como un recordatorio de que la aventura empieza con un simple sueño y la valentía de perseguirlo.

FIN.

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