El viaje estelar



Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, un niño llamado Santiago que soñaba con ser astronauta. Desde muy chico, miraba las estrellas todas las noches preguntándose qué secretos escondían.

Un día, mientras paseaba por el campo cerca de su casa, Santiago encontró un extraño objeto brillante entre los arbustos. Al acercarse, descubrió que era un pequeño cohete espacial de juguete.

Con mucha emoción lo agarró y se lo llevó a su casa para jugar con él. Al caer la noche, Santiago decidió probar el cohete en el jardín trasero de su casa.

Lo lanzó al aire y para su sorpresa ¡comenzó a elevarse cada vez más alto! Santiago corrió detrás de él hasta llegar a un claro en el bosque donde el cohete tomó velocidad y desapareció en la oscuridad del cielo estrellado. Santiago se quedó boquiabierto sin saber qué hacer.

De repente, escuchó una voz que provenía del cielo: "-¡Santiago! ¡No tengas miedo! Soy Zuriel, el duende espacial encargado de cuidar este sector del universo. "Santiago levantó la vista y vio a Zuriel flotando sobre él con sus alas luminosas y una sonrisa amigable en su rostro.

"-¿Quién eres tú?", preguntó Santiago asombrado. "-Soy Zuriel, y he visto tu pasión por las estrellas y los planetas.

Por eso te he traído aquí", explicó el duende mientras señalaba hacia un hermoso planeta azul brillante que estaba cerca. "-¿Puedo ir allí?", preguntó Santiago emocionado señalando al planeta desconocido. "-Claro que sí, pero primero debes superar tres pruebas para demostrar tu valentía y determinación", respondió Zuriel guiñándole un ojo.

Y así comenzaron las aventuras de Santiago junto a Zuriel.

La primera prueba consistía en escalar una montaña muy alta donde vivían criaturas mágicas; la segunda prueba era cruzar un río lleno de peligrosos monstruos acuáticos; y la tercera prueba era resolver un acertijo antiguo custodiado por dragones feroces. Con ingenio, valentía y trabajo en equipo con Zuriel, Santiago logró superar cada una de las pruebas con éxito.

Finalmente llegaron al planeta azul brillante donde conocieron a seres amigables que les mostraron paisajes increíbles y les enseñaron sobre la importancia de cuidar el universo. Después de vivir muchas aventuras extraordinarias en ese nuevo mundo, Santiago sintió nostalgia por su hogar y decidió regresar a la Tierra junto a Zuriel.

Al despedirse, el duende le entregó un pequeño cristal brillante como recuerdo de su viaje intergaláctico.

De vuelta en su habitación con el cohete espacial aún en mano, Santiago miraba las estrellas desde su ventana sabiendo que siempre habría nuevos mundos por descubrir si uno tiene suficiente valentía e imaginación para alcanzarlos. Y así fue como aquel niño soñador se convirtió en todo un explorador del cosmos.

FIN.

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