El viaje estelar de Mateo



Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en una pequeña comunidad indígena en la provincia de Salta, Argentina. Desde pequeño, Mateo soñaba con ser astronauta y explorar el espacio.

Aunque muchos se burlaban de su sueño, él nunca dejó de creer en sí mismo. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, encontró un extraño objeto brillante entre los árboles. Se acercó y descubrió que era una nave espacial abandonada.

La emoción invadió a Mateo y decidió investigar más. Dentro de la nave había un mensaje escrito en un idioma desconocido para él. Sin embargo, no se rindió y comenzó a estudiarlo con determinación.

Pasaron días enteros hasta que finalmente logró descifrarlo: "Esta nave es capaz de llevarte al espacio si tienes el coraje suficiente". Mateo sabía que ese mensaje estaba dirigido especialmente a él.

Con valentía y entusiasmo, decidió subirse a la nave y comenzar su increíble aventura espacial. Cuando las puertas se cerraron detrás de él, la nave despegó sin previo aviso hacia las estrellas. Mateo se asombraba al ver cómo la Tierra se volvía cada vez más pequeña desde su ventana.

Después de varios días viajando por el espacio exterior, Mateo llegó a un planeta desconocido lleno de criaturas extraterrestres amigables. Ellos le enseñaron sobre sus costumbres y compartieron conocimientos sobre otros mundos.

Una noche, durante una cena especial con los extraterrestres, Mateo se dio cuenta de que extrañaba su hogar y a su familia. Decidió preguntarles si podía regresar a la Tierra.

Los extraterrestres le dijeron que para volver a casa, debía enfrentar una última prueba: encontrar el cristal mágico del planeta. Este cristal tenía el poder de transportarlo de vuelta a su querido hogar. Mateo aceptó el desafío y comenzó una búsqueda emocionante por todo el planeta alienígena.

Pasaron días enteros sin éxito, hasta que finalmente encontró un sendero oculto en un jardín secreto. Siguiendo ese camino, llegó a una cueva llena de brillantes cristales. Allí estaba el tan buscado cristal mágico. Mateo lo tomó con cuidado y sintió cómo la energía fluía dentro de él.

Lleno de alegría, Mateo volvió corriendo hacia la nave espacial y colocó el cristal en su lugar designado. En ese instante, la nave comenzó a vibrar y se preparó para llevarlo de regreso a casa.

Al llegar a la Tierra, Mateo fue recibido con abrazos cálidos y lágrimas de felicidad por parte de su familia y amigos. Todos estaban orgullosos del valiente niño indígena que había viajado al espacio.

Desde entonces, Mateo compartió sus experiencias con los demás niños indígenas de su comunidad. Les enseñaba sobre la importancia de perseguir sus sueños sin importar las dificultades que pudieran encontrar en el camino.

Y así termina nuestra historia, recordándonos que todos tenemos la capacidad de alcanzar nuestras metas si creemos en nosotros mismos y somos valientes para enfrentar los desafíos que se nos presenten.

FIN.

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