El Viaje Frutal de la Familia Martínez
Era un hermoso día soleado cuando la familia Martínez decidió hacer un viaje al campo. Papá, mamá, y los tres hermanos: Juan, Ana y Lucas, estaban muy emocionados porque ese día iban a visitar a su abuela Rosa, que vivía en una granja llena de árboles frutales.
"-¡Bien, preparados para la aventura!", dijo papá mientras echaba un vistazo a la mochila que habían preparado.
"-No olvides las galletitas que hice!", exclamó mamá con una sonrisa, recordando el sabor dulce que a todos les encantaba.
Después de unos minutos de ir en auto, llegaron a la estación del tren. El sonido del silbato le dio la bienvenida y la familia se subió al tren con una gran sonrisa. Los niños miraban por la ventana maravillados, observando cómo el paisaje cambiaba de edificios a campos verdes.
"-Miren, ahí hay una vaca!", gritó Lucas, señalando desde su asiento.
"-Y ahí hay una plantación de frutales!", añadió Ana, emocionada.
Mientras el tren avanzaba, empezaron a contar historias sobre las frutas que iban a ver.
"-¿Saben cuáles son mis favoritas? Las fresas!", comentó Juan.
"-A mí me encantan las naranjas, sobre todo cuando están jugosas!", dijo Lucas.
Al llegar a la estación del campo, la familia se bajó del tren y tomó un profundo aliento del aire fresco.
"-¡Estamos en el paraíso!", exclamó mamá. Y efectivamente, el campo era un lugar hermoso, lleno de colores y olores que les hacían sentir felices.
Rápidamente, la familia se puso en marcha hacia la granja de abuela Rosa. Al llegar, los niños se lanzaron hacia ella y la abrazaron con fuerza.
"-Los extrañaba tanto, mis amores!", dijo la abuela, llenando de besos a todos.
"-¿Nos vas a mostrar tus frutas?", preguntó Ana, ansiosa por ver la granja.
"-Claro que sí!", respondió la abuela. "Primero, vamos a recoger frutas del huerto!"
Abuela Rosa condujo a la familia hasta un inmenso huerto lleno de árboles frutales. Había manzanas, peras, duraznos y muchas más. La abuela les enseñó cómo recolectar las frutas con cuidado, para no dañar las ramas.
"-Hay que ser amables con las plantas, porque ellas nos dan alimentos", explicó la abuela mientras Juan y Lucas recogían manzanas.
De repente, Lucas empezó a saltar emocionado. "-¡Miren, encontré una manzana dorada!"
"-¡Wow, eso es raro!", dijo Ana mirando la brillante fruta.
"-Quizá sea mágica", bromeó Juan, haciendo que todos rieran.
Pero en ese momento, un fuerte viento comenzó a soplar y arrastró los sombreros de todos.
"-¡Mi sombrero!", gritó mamá mientras trataba de atraparlo.
La familia corrió detrás de los sombreros voladores, riendo y disfrutando del momento. La risa y el caos llenaron el aire mientras intentaban recuperar sus sombreros. Finalmente, se detuvieron, agotados y felices, justo en el centro del huerto.
"-A veces las aventuras más locas son las que más disfrutamos", dijo papá.
"-¡Sí!", gritaron los chicos al unísono, acordando que ese momento era espontáneo y divertido.
Después de unas horas de recolectar frutas, la abuela decidió preparar un delicioso postre. Mientras cocinaba, les contó historias de cuándo ella era joven y cómo también solía recoger frutas con su familia.
"-Es importante valorar nuestro legado, chicos. Aprender y compartir estas tradiciones es lo que nos une como familia", les decía la abuela mientras removía la mezcla.
Finalmente llegó la hora de probar el postre y cada uno recibió un plato humeante de crumble de manzana. Al primer bocado, todos se miraron con los ojos brillantes.
"-¡Este es el mejor postre del mundo!", exclamó Lucas, llenando de felicidad el corazón de la abuela.
Al final del día, la familia se despidió de la abuela y tomó el tren de regreso a casa. Durante el viaje, no podían dejar de hablar sobre las aventuras del día.
"-Prometemos volver a recoger más frutas!", prometieron los tres juntos.
"-Claro que sí, y esta vez podemos hacer mermelada!", agregó mamá.
"-¡Y podemos compartirla con todos nuestros amigos!", sugirió Juan.
Así, la familia Martínez no solo disfrutó de un hermoso día en el campo, sino que aprendió a valorar la importancia de las tradiciones, la naturaleza y, sobre todo, la compañía familiar. Y desde ese día, cada vez que hacían un viaje, buscaban abrir su corazón a nuevas aventuras, siempre juntos.
FIN.