El viaje hacia el interior de Mateo
Había una vez un viajero llamado Mateo, que se había propuesto encontrar la verdad. Recorrió montañas, valles y océanos en busca de respuestas, pero siempre parecía escapársele.
Un día, exhausto y desanimado, decidió detenerse en un pequeño pueblo llamado Aurora. Al llegar a Aurora, Mateo se encontró con una niña llamada Luna que estaba sentada en el banco de la plaza.
Intrigado por su mirada serena y sabia, se acercó a ella y le preguntó:- ¿Puedes ayudarme a encontrar la verdad? Luna sonrió y respondió:- Claro que sí, pero primero debes comprender algo importante. La niña llevó a Mateo hasta un árbol centenario que crecía en el centro del pueblo.
- Este árbol es como cada uno de nosotros -dijo Luna-. Todos buscamos algo: algunos buscan la verdad, otros buscan la felicidad o el amor de su vida. Pero lo más importante es comprender que la verdadera búsqueda está dentro de nosotros mismos.
Mateo reflexionó sobre las palabras de Luna mientras observaba las ramas del árbol mecerse con el viento. - ¿Qué debo hacer entonces? -preguntó ansioso. Luna le entregó una pequeña semilla.
- Si quieres encontrar la verdad, planta esta semilla en tu corazón y cultívala con paciencia y amor. Solo así podrás descubrir lo que realmente buscas. Mateo siguió el consejo de Luna y plantó la semilla en su corazón.
Día tras día cuidaba esa semilla con cariño y dedicación, aprendiendo a escuchar su voz interior y conectándose consigo mismo como nunca antes lo había hecho. Con el tiempo, Mateo empezó a sentir una paz interna que nunca antes había experimentado.
Descubrió que la verdad no era algo externo que pudiera encontrarse fuera de él; estaba dentro todo este tiempo esperando ser descubierta. Un año después regresó al pueblo de Aurora para contarle a Luna sobre su revelación. - ¡Luna! -exclamó emocionado-.
He encontrado la verdad dentro de mí mismo gracias a tu sabio consejo. Ahora sé que todos somos buscadores de algo porque llevamos ese tesoro escondido en nuestro interior. Luna sonrió dulcemente. - Me alegra mucho escuchar eso, querido Mateo.
Recuerda siempre cultivar esa semilla con amor y paciencia; así seguirás descubriendo maravillas dentro de ti mismo.
Desde ese día, Mateo siguió viajando por el mundo no en busca de respuestas externas, sino para compartir con otros la importancia de mirar hacia adentro y conectar con su propia verdad. Y así continuaron juntos su camino hacia nuevos horizontes llenos de aprendizaje y crecimiento personal. Y colorín colorado... ¡Este cuento ha terminado!
FIN.