El viaje hacia la autocompasión


Había una vez una niña llamada Alicia que vivía en un pequeño pueblo. A pesar de su corta edad, Alicia había pasado por muchas dificultades en su vida.

Su padre era muy estricto y la trataba con dureza, siempre criticándola y haciéndole sentir que nunca hacía las cosas bien. Un día, mientras caminaba por el bosque cerca de su casa, Alicia se encontró con un conejito blanco muy peculiar.

El conejito llevaba puesto un chaleco azul y parecía estar apurado. "¡Espera! ¡No te vayas!" -gritó Alicia mientras seguía al conejito corriendo a través del bosque.

El conejito desapareció detrás de unos arbustos y cuando Alicia llegó hasta allí, se encontró frente a una enorme puerta en medio del bosque. Sin pensarlo dos veces, decidió abrirla y entrar. Al otro lado de la puerta, Alicia descubrió un mundo completamente diferente al suyo. Era colorido y lleno de alegría.

Allí no había maltrato ni críticas constantes como en su hogar. En cambio, todo lo que veía eran sonrisas y amabilidad. Alicia se emocionó tanto que comenzó a explorar cada rincón de ese nuevo mundo maravilloso.

Conoció a personajes increíbles como el Gato Sonriente, el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo. Todos ellos le enseñaron lecciones importantes sobre el valor propio y cómo ser felices siendo quienes realmente somos. Pero lo más importante fue cuando Alicia conoció a la Reina Blanca.

La Reina le habló sobre el poder que tenía dentro de ella y cómo podía enfrentar los desafíos en su vida.

Le mostró que no necesitaba la aprobación de los demás para ser feliz y que merecía ser tratada con amor y respeto. Alicia, inspirada por las palabras de la Reina Blanca, decidió regresar a su hogar y enfrentar sus problemas. Sabía que no iba a ser fácil, pero ahora tenía confianza en sí misma.

Cuando Alicia volvió al mundo real, se encontró con su padre nuevamente. Pero esta vez fue diferente. Alicia se paró firme frente a él y le dijo:"Papá, sé que puedo hacer las cosas bien. Merezco amor y respeto".

Su padre quedó sorprendido ante la valentía de Alicia. Poco a poco, comenzaron a hablar abiertamente sobre sus sentimientos y encontraron una forma más saludable de comunicarse. Con el tiempo, la relación entre Alicia y su padre mejoró significativamente.

Aunque todavía había momentos difíciles, Alicia sabía que era fuerte y valiente para enfrentar cualquier desafío.

Y así termina nuestra historia de Alicia: una niña que descubrió su propio valor y aprendió a amarse a sí misma sin importar lo que los demás dijeran.

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