El Viaje Mágico a El Salvador



Era una tarde soleada cuando Mía y su amigo Tomás estaban en el patio de la casa de Mía, pensando en las aventuras que podrían tener. Mía era una niña llena de curiosidad, y Tomás un valiente explorador de su propia imaginación.

"¿Te imagine cómo sería un viaje a El Salvador?" - dijo Mía.

"¡Sí!" - respondió Tomás emocionado "Podríamos conocer volcanes, playas y tratar la comida más rica."

Después de un rato de charla, decidieron que su sueño no podía esperar. Usando su imaginación, Mía y Tomás cerraron los ojos y comenzaron a inventar su viaje a El Salvador.

"¡Estamos en el aire!" - gritó Tomás mientras movía los brazos como si volara. "Mirá esas nubes, parece que estamos en un avión."

"¡Sí! Y ahí abajo veo un volcán enorme, parece un gigante dormido!" - exclamó Mía con alegría.

Cuando abrieron los ojos, ¡sorpresa! Se encontraban en una playa brillante con arena dorada.

"Esto es increíble, parece que llegamos de verdad!" - dijo Mía sorprendidísima.

"Mirá, hay un grupo de niños jugando con una pelota. Vamos a unirnos a ellos!" - sugirió Tomás.

Los dos se acercaron y, al principio, los niños miraron con curiosidad. Pero pronto empezaron a jugar juntos, pateando la pelota y riendo.

"¿De dónde son?" - preguntó una niña de rostro radiante, llamada Ana.

"¡De Argentina!" - contestaron Mía y Tomás al unísono.

Ana sonrió y les mostró cómo jugar un juego tradicional salvadoreño con la pelota.

Entre risas y juegos, los tres se hicieron amigos rápidamente. Mía notó que Ana tenía algo especial, siempre se preocupaba por que todos se divirtieran.

"¿Te gustaría que te enseñemos algo de Argentina?" - propuso Tomás.

"¡Sí! Me encantaría!" - respondió Ana emocionada.

Mía y Tomás empezaron a narrar la historia del folklore argentino, y con mucho entusiasmo, le enseñaron a Ana a bailar un poco de zamba. Las olas del mar acompañaban su ritmo.

Pero de pronto, mientras bailaban, un fuerte viento sopló y arrastró la pelota de fútbol hacia el mar.

"¡Oh no!" - gritó Ana con preocupación "¡mi pelota!"

"No te preocupes, lo recuperaremos" - dijo Tomás valiente y decidido.

Los tres corrieron hacia el mar. Tomás, que siempre había sido el más aventurero, no dudó en zambullirse. Nadó con fuerza, alcanzando la pelota descubriendo, en el camino, hermosos peces de colores.

"¡Sí, la agarré!" - exclamó Tomás mientras regresaba a la orilla.

Todos aplaudieron y brincaron de alegría. La amistad se había hecho más fuerte en ese instante, y celebraron el pequeño milagro del trabajo en equipo. Aprendieron que la verdadera diversión no solo estaba en jugar, sino en compartir y ayudarse unos a otros.

"¿Qué les parece si hacemos una competencia de castillos de arena?" - sugirió Mía con una sonrisa.

"¡Genial!" - respondieron Ana y Tomás.

Al pasar las horas, armando castillos y riendo sin parar, los niños hicieron un castillo gigante, que sacó aplausos de todos los que estaban en la playa. Pero pasó algo inesperado, las olas se llevaron parte del castillo.

"¡Noooo!" - gritó Ana, decepcionada.

"No te preocupes, Ana. Podemos reconstruirlo, es parte del juego!" - dijo Mía.

Así, los tres volvieron a trabajar en equipo y, con aún más energía, construyeron un castillo mucho más grande, aprendiendo que los cambios y los desafíos son oportunidades para crecer.

Después de un día lleno de risas, juegos y nuevas lecciones, el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de colores espectaculares. Mía y Tomás sabían que era hora de regresar a casa.

"Esto fue asombroso. Nunca olvidaremos nuestro viaje a El Salvador" - dijo Tomás mientras se decía adiós a Ana.

"Espero que algún día podamos volver a vernos" - añadió Mía, con una gran sonrisa.

Con un suspiro, Mía y Tomás cerraron los ojos nuevamente, y cuando los abrieron, se encontraron de vuelta en su patio, sintiendo el viento fresco de la tarde.

"¿Te das cuenta? A veces, los viajes más mágicos están en nuestra imaginación" - reflexionó Mía.

"Sí, y podemos llevar esos momentos en nuestros corazones" - concluyó Tomás, mientras ambos sonreían, recordando a su amiga Ana y la increíble aventura que había sido su viaje a El Salvador.

FIN.

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