El Viaje Mágico de Ana al Bosque de Abuelita
Era un hermoso día soleado y Ana, una niña curiosa y valiente, decidió visitar a su abuelita que vivía al otro lado del bosque. Ana sabía que el camino a la casa de su abuela estaba lleno de aventuras y misterios, pero no le importaba, estaba lista para recorrerlo.
- ¡Mamá, me voy a visitar a la abuelita! -gritó Ana con entusiasmo, mientras se ponía su gorra roja y agarraba una cesta de mimbre donde había colocado unas galletitas de chocolate.
- ¡Cuídate, mijo! -le respondió su mamá, sonriendo. - Y no te alejes del camino.
Ana salió de casa llena de energía y comenzó su travesía. Al poco rato, se adentró en el bosque. Cada paso que daba resonaba entre los árboles altos y frondosos que la rodeaban. Las aves cantaban alegres, y un suave viento mecía las hojas.
De repente, se encontró con un pequeño conejo que la miraba curioso.
- ¡Hola, conejo! ¿Sabés por dónde sigue el camino a casa de mi abuela? -preguntó Ana con una sonrisa.
- ¿Casa de la abuelita? -respondió el conejo. - Si vas a verla, ¡cuidado con el lobo!
- ¿Lobo? ¡No sabía que había un lobo en el bosque! -exclamó Ana.
- Sí, vive más allá del puente. Es astuto y siempre está buscando cómo asustar a los viajeros. -dijo el conejo apenado.
Ana pensó por un momento. Ella siempre había escuchado sobre el lobo, pero en su corazón sentía que podría enfrentarlo si fuera necesario.
- No me dejaré asustar. -aseguró Ana. - Gracias por el aviso, amigo. ¡Tengo que seguir!
Continuó su camino con el conejo que la acompañó un trecho. Sin embargo, al llegar al puente, Ana vio una sombra oscura y grande.
- ¡Ahí está el lobo! -gritó el conejo, temblando.
Ana respiró hondo y se armó de valor. Decidió acercarse con precaución.
- ¡Hola, lobo! -saludó Ana con valentía. - Soy Ana. Estoy de camino a casa de mi abuelita. ¿Te gustaría ayudarme a cruzar el puente?
El lobo, sorprendido por la valentía de la niña, la miró con curiosidad.
- ¿Ayudarte? ¿Por qué haría eso? -preguntó el lobo, con voz profunda.
- Porque todos podemos ser amables, incluso los que parecen temibles. -dijo Ana, recordando las palabras de su mamá sobre la bondad.
El lobo, confundido por la respuesta de Ana, se sintió tocado por su valentía.
- Nunca nadie me ha hablado así. -confesó el lobo. - Me gusta que seas valiente. Te ayudaré. Pero ten cuidado, a veces tengo un humor un poco raro.
Eso hizo sonreír a Ana.
- ¡Está bien! ¿Vamos? -dijo Ana, lista para cruzar el puente.
El lobo se movió con gracia y Ana lo siguió. Juntos cruzaron el puente, y antes de que Ana se diera cuenta, habían llegado al otro lado.
- ¡Gracias, lobo! Eres más amable de lo que pensé. -dijo Ana, mientras se despedía.
El lobo sonrió, pero no le quedó claro si eso lo hizo sentir más feliz o triste.
- Cuidado con los humanos, Ana. No todos son como vos. -le advirtió el lobo.
Ana asintió, sabiendo que la bondad era un regalo que debían compartir. Continuó su camino hasta la casa de su abuela, que a lo lejos veía con su jardín de flores coloridas.
- ¡Abuelita! -gritó Ana, al llegar a la puerta.
- ¡Ana, querida! -respondió la abuela, abriendo los brazos con cariño. - Te he estado esperando.
Ana entró a la casa, dejando atrás la aventura, pero llevando consigo una gran lección de vida sobre el valor, la bondad y la importancia de entender a los demás, incluso a aquellos que parecen temibles. Y así, en aquel día soleado, Ana aprendió que a veces, la verdadera valentía reside en ser amable y dar un paso hacia lo desconocido.
FIN.