El Viaje Mágico de Cuarto Grado A



Era un día soleado en la escuela primaria Manuel Belgrano, y los estudiantes de cuarto grado A estaban emocionados porque su maestra, la señorita Clara, había anunciado que aprenderían sobre el derecho a la educación. Mientras todos tomaban asiento, la maestra comenzó a explicar.

"Chicos, hoy vamos a hablar sobre un tema muy especial: el derecho a la educación. Todos los niños del mundo tienen derecho a aprender, sin importar de dónde vengan, cómo sean o qué idioma hablen".

Los ojos de los alumnos brillaban de curiosidad.

"¿Es cierto que hay lugares donde los chicos no pueden ir a la escuela?" preguntó Tomás.

"Sí, eso es cierto, Tomás. En algunos lugares, hay niños que no tienen acceso a una educación. Por eso es importante valorar lo que tenemos".

De repente, la classroom empezó a brillar y una lluvia de colores apareció en el centro del aula. Todos se quedaron boquiabiertos.

"¿Qué es esto?" exclamó Sofía, mientras observaba fascinada.

"Es un portal mágico, chicos. Parece que nos llevara a un lugar donde el derecho a la educación no es solo una palabra, sino una realidad". dijo la señorita Clara, con una sonrisa.

Sin pensarlo dos veces, los alumnos comenzaron a entrar uno a uno. Cuando atravesaron el portal, se encontraron en un pueblo colorido, lleno de niños riendo y jugando.

"Hola, bienvenidos a Somos Aprendices", dijo un niño llamado Mateo. "Este es un lugar donde todos los niños tienen derecho a aprender de forma divertida".

"¡Qué increíble!" se maravilló Carla.

"¿Pueden venir a nuestra escuela?" preguntó Juan.

"¡Claro! Pero primero, deben aprender cómo ayudar a otros niños que no tienen acceso a la educación".

Mateo explicó que en su mundo mágico, muchos niños habían luchado por sus derechos y habían transformado sus comunidades.

"Nosotros organizamos festivales de libros y clases culturales para compartir lo que sabemos con otros".

"¿Podemos ayudar?" preguntó Nicolás.

"Sí, pero antes deben superar una prueba: encontrar una forma de compartir la magia de la educación con todos los niños de nuestro pueblo".

Entonces, los estudiantes de cuarto A fueron divididos en grupos. Cada grupo debía pensar en una forma de compartir lo que habían aprendido. Sofía, que amaba el arte, decidió crear un mural en vaqueros de papel para ilustrar los derechos de los niños. Tomás pensó en organizar una obra de teatro que contara historias de niños que lucharon por su derecho a la educación.

Una vez que terminaron sus proyectos, los estudiantes se unieron en la plaza del pueblo. La música y la risa llenaron el aire.

"Vamos a enseñarle a todos nuestros amigos lo que sabemos" exclamó Juan emocionado.

La obra fue un éxito, los chicos del pueblo rieron y lloraron, y se unieron en la creación del mural, pintando mensajes sobre la importancia de la educación.

"¡Esto es increíble!" dijo Mateo.

"¡Sí! Todos aprendemos juntos" agregó Sofía.

De repente, un grupo de niños apareció con caras largas.

"No podemos aprender como ustedes, a veces no tenemos acceso a libros o maestros". decía una niña llamada Ana.

"¡No podemos dejar que eso continúe!" exclamó Carla.

Así fue como los estudiantes de cuarto A, junto con sus nuevos amigos, decidieron hacer un proyecto llamado "La Escuela para Todos", donde ellos llevarían libros, materiales y enseñarían a otros niños sobre sus derechos. A través de su esfuerzo, el pueblo se unió para construir una pequeña biblioteca.

Un par de días después, el día llegó. La biblioteca estaba llena de colores, libros, risas y juegos.

"¡Lo logramos!" gritó Tomás.

"Todos tienen derecho a aprender, y nosotros hicimos que eso suceda".

Y así, en una nube de magia, los estudiantes regresaron a su aula de la escuela Manuel Belgrano.

"¿Qué aprendizaje se llevan de esta experiencia?" preguntó la señorita Clara.

"Que la educación es un derecho y que siempre podemos ayudar a otros a tenerla" dijo Sofía con una sonrisa.

Desde ese día, los chicos de cuarto grado A se comprometieron a ser defensores del derecho a la educación, haciendo pequeñas acciones propias, recordando que todos merecen aprender y que juntos, pueden cambiar el mundo. Y así, cada vez que miraban hacia el arco iris en el cielo, recordaban su mágica aventura, llena de alegría y valor por el derecho a la educación.

FIN.

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