El viaje mágico de Juliana a su mundo de dibujos



Juliana era una niña de 11 años a la que le encantaba dibujar y colorear. Pasaba horas en su habitación, creando mundos de fantasía y personajes maravillosos. A pesar de que sus amigos la invitaban a jugar afuera, ella prefería quedarse dibujando. Un día, mientras coloreaba un arcoíris, algo extraño sucedió. De repente, se vio envuelta en un destello de colores y se encontró dentro de su propio dibujo. Todo a su alrededor cobraba vida, los árboles bailaban, los animales hablaban y los paisajes brillaban con luz propia.

Juliana estaba asombrada y emocionada al mismo tiempo. -¡Guau! ¿Esto es real? -se preguntaba. Entonces, un simpático unicornio se le acercó y le dijo: -¡Bienvenida a nuestro mundo, Juliana! Aquí todo es posible. Descubrirás que tus dibujos tienen el poder de transmitir emociones y enseñanzas. Juliana, emocionada, decidió explorar aquel mundo mágico lleno de color y magia.

Pronto, se encontró con una mariposa parlanchina que le contó sobre la importancia de compartir con los demás. -Juliana, tus dibujos son preciosos y tienen el poder de alegrar el corazón de las personas. Debes compartirlos con el mundo. Juliana reflexionó sobre las palabras de la mariposa y se dio cuenta de que, al estar siempre dibujando sola en su habitación, se estaba perdiendo la oportunidad de alegrar a los demás con su arte.

Decidida a llevar un mensaje de alegría a otros niños, Juliana se despidió de sus amigos de dibujo y volvió a su habitación. Excitada, agarró todos sus dibujos y corrió a la plaza donde solían jugar sus amigos. Les mostró sus creaciones y, para su sorpresa, los niños se maravillaron con los dibujos de Juliana. En ese momento, comprendió que compartir su arte era una forma de conectar con los demás y alegrar sus corazones.

Desde aquel día, Juliana encontró un equilibrio entre su pasión por dibujar y el tiempo para jugar con sus amigos. Compartió sus dibujos en la escuela y en actividades comunitarias, llevando alegría a todos los que los veían. La niña que prefería estar sola dibujando descubrió que el verdadero poder de su arte residía en compartirlo con el mundo.

Y así, Juliana aprendió que la verdadera magia de sus dibujos radicaba en la sonrisa que generaban en los demás, y entendió que tanto dibujar como jugar eran dos formas maravillosas de compartir su alegría con el mundo.

FIN.

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