El Viaje Mágico de la Familia Pérez



En un barrio humilde de Buenos Aires, vivía la familia Pérez compuesta por el papá, Juan, la mamá, Ana, y su pequeño hijo, Tomás. Un día, mientras caminaba por la vereda, Tomás encontró un billete de diez pesos tirado en el suelo.

- ¡Mirá! ¡Mirá lo que encontré! - exclamó emocionado, sosteniendo el billete con sus manitas.

- Eso es un buen hallazgo, Tomi. ¿Qué harías con eso? - le preguntó su mamá, sonriendo.

- ¡Voy a comprar una tableta de turrón! - respondió el niño, con estrellas en los ojos. Desde hacía tiempo, soñaba con probar el delicioso turrón de la tienda del barrio.

Así que, sin pensarlo dos veces, fueron juntos a la tienda y compraron la tabletita de turrón. Al abrirla, Tomás encontró un papel dentro que decía:

"Felicitaciones, has ganado un viaje a Disneyland!".

- ¡Mamá, papá! ¡Miren esto! - gritó Tomás, corriendo hacia sus padres.

- ¿Qué es, hijo? - preguntó Juan, frunciendo el ceño.

- ¡Un viaje a Disneyland! - dijo mientras mostraba el papel, saltando de alegría.

Ana y Juan se miraron, asombrados.

- Pero, ¿será verdadero? - dudó Ana.

- ¡Vamos a averiguarlo! - sugirió Juan.

Una semana después, se encontraron en el aeropuerto, listos para abordar el avión hacia Disneylandia. Tomás no podía contener su emoción. Cuando llegaron, se deleitaron con la magia del parque, disfrutando de atracciones y personajes animados. Pero las sorpresas no terminaron ahí.

Mientras paseaban, Tomás se topó con una atracción especial llamada "El Escape a Laponia".

- ¡Mirá eso! - señaló la atracción con los ojos brillantes. - Debemos probarla.

Juan y Ana dudaron, viendo a la multitud de personas que se alineaban.

- No sé, quizás sea muy complicada - comentó Juan.

- Pero, ¡es nuestra oportunidad! - insistió Tomás. - ¡Vamos!

Unido por la emoción, se unieron a la fila. Cuando les tocó, les dieron una pequeña caja con un candado y una carta que decía:

"Para escapar a Laponia, deben resolver tres acertijos en 30 minutos".

- Esto es como un juego - dijo Tomás con alegría.

Con el reloj corriendo, comenzaron a trabajar juntos.

- Primer acertijo: "Verde como la hierba, alto como un árbol, ¿qué soy?" - leyó Ana.

- ¡La planta! - gritó Tomás.

Al resolverlo, la caja se abrió revelando una pista. Al seguir las indicaciones, encontraron el segundo acertijo.

"Si me llamas, no respondo. Soy un enigma. ¿Qué soy?" - leyó Juan.

- ¡El silencio! - dijo Tomás, con confianza.

Y así, la caja se abrió de nuevo. Solo quedaba un último acertijo.

"Vuelo sin alas, lloro sin ojos. ¿Qué soy?" - dijo Ana.

- ¡Una nube! - exclamó Tomás, recordando su lección en la escuela.

Al completar el último acertijo, el candado se desbloqueó, y una puerta secreta se abrió. Cruzaron un arcoíris luminoso que los llevó a un mundo mágico lleno de renos y payasos en llamas.

- ¡Estamos en Laponia! - gritaron, corriendo hacia las maravillas del lugar.

Después de muchas aventuras en Laponia, la familia regresó a su casa en Buenos Aires. La experiencia unió más a la familia y les enseñó que a veces los sueños se vuelven realidad.

- Mirá, a veces lo imposible puede suceder - dijo Juan, abrazando a Tomás.

- Sí, tenemos que seguir soñando - añadió Ana.

Y así, la familia Pérez entendió que la verdadera magia reside en la unión familiar y en la capacidad de sacar lo mejor de cada situación.

Y aunque seguían viviendo en su barrio humilde, ahora sabían que la aventura estaba en cada rincón del mundo, solo debían estar dispuestos a encontrarla.

Y por supuesto, siempre tenían un buen turrón para compartir.

FIN.

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