El Viaje Mágico de los Libros
En un pequeño pueblo donde el sol siempre brillaba y la luna cantaba suaves melodías, vivía un niño llamado Leo. A sus 7 años, Leo pasaba sus días jugando en el parque, corriendo y riendo con sus amigos. Sin embargo, había algo que siempre le había fascinado: los libros. Los veía en la biblioteca del pueblo, llenos de historias extrañas y aventuras emocionantes, pero nunca había tenido el valor de abrir uno. Un día, mientras caminaba hacia la biblioteca, escuchó un murmullo suave.
"¿Me escucharás?" - le susurró una voz desde el interior de la biblioteca.
Curioso y algo asustado, Leo se acercó a la puerta y empujó suavemente. Al entrar, fue recibido por el aroma a papel viejo y la luz dorada que se filtraba por las ventanas.
En el centro de la sala, una anciana con un sombrero de ala ancha lo miraba con una sonrisa amable.
"Hola, Leo. He estado esperándote. Soy la guardiana de los libros" - dijo la anciana, moviendo su varita que parecía un lápiz.
Leo, confundido, preguntó:
"¿Por qué me esperabas? Yo solo... solo juego con mis amigos."
"Porque tienes un corazón curioso, y los libros están llenos de magia. Ven, acompáñame a un viaje mágico por las historias" - dijo la guardiana mientras señalaba un viejo libro que parecía brillar.
Sin pensarlo, Leo asintió y se acercó. En cuanto tocó el libro, una ráfaga de viento lo envolvió y, de repente, se encontró en un bosque encantado. Los árboles eran altísimos y algunas hojas brillaban como estrellas.
"¡Guau! ¿Dónde estoy?" - exclamó Leo, sorprendido.
La anciana apareció a su lado y sonrió.
"Estás en el Bosque de las Historias. Cada libro es un mundo por descubrir. ¡Elige uno y viajaremos juntos!"
Leo miró a su alrededor y vio varios caminos. Sin dudarlo, se decidió por un sendero cubierto de flores azules. Pronto llegaron a un lago donde había un pez dorado saltando.
"¡Hola! Yo soy Dorado. ¿Vienes a jugar conmigo?" - dijo el pez, girando alrededor en el agua.
Leo sonrió y dijo:
"Sí, claro, ¡me encantaría!"
Juntos, comenzaron a jugar. Pero luego, el pez se detuvo y miró a Leo con preocupación.
"Leo, ¿quieres saber un secreto? La historia del libro que elegiste tiene un problema. El árbol de los cuentos ha perdido su magia y la alegría de las historias se apaga. Si no hacemos algo, desaparecerán los cuentos del bosque."
Leo, sintiéndose valiente, le respondió:
"¿Cómo puedo ayudar?"
"Debemos encontrar la llave mágica, que está en la cima de la montaña de los relatos. Solo así podremos devolver la magia al árbol de los cuentos."
Con una determinación renovada, Leo y Dorado empezaron su viaje hacia la montaña. Subieron por senderos empinados, cruzaron puentes colgantes y enfrentaron a los vientos fuertes.
Cuando llegaron a la cima, encontraron un gran cofre dorado custodiado por un dragón amistoso que dormía.
"¿Cómo abrimos el cofre, Dorado?" - preguntó Leo, con algo de miedo.
"Necesitamos una rima secreta, Leo. Solo los que creen en la magia podrán recitarla. ¡Intenta!"
Leo cerró los ojos y recordó un pequeño poema que había aprendido:
"Cruza puentes de sueños, vuela sobre mares, que la magia del cuento, nunca deje de brillar."
Al acabar, el dragón despertó y, en lugar de gruñir, sonrió.
"¡Bien hecho! La llave está en tu corazón, Leo. La magia vive en creer en uno mismo y en contar historias."
Con un movimiento, el dragón abrió el cofre y la llave brilló intensamente. Leo tomó la llave y, junto a su amigo Dorado, descendieron para darle la buena noticia a los otros habitantes del bosque. Al llegar al árbol de los cuentos, insertaron la llave en la cerradura, y una luz radiante llenó el aire.
"¡Lo hicimos!" - gritó Leo, mientras todos los cuentos renacían con colores vibrantes.
La anciana guardiana apareció nuevamente.
"¡Felicidades, Leo! Has demostrado que la magia es real cuando se comparte. Nunca olvides la importancia de contar historias" - dijo, tocando suavemente su hombro.
Con un nuevo sentido de aventura, Leo se despidió del bosque, prometiendo volver. La anciana lo llevó de regreso a la biblioteca.
"Recuerda, cada libro te abre un mundo. Ve a jugar, pero no olvides los cuentos. Mañana volveré... la aventura nunca acaba" - le dijo la guardiana antes de desaparecer.
Desde ese día, Leo pasó sus horas libres visitando la biblioteca, explorando los libros con sus amigos y compartiendo las historias que había vivido en su mágico viaje. Y así, cada vez que se abría un libro, la magia del cuento volvía a brillar, llenando de alegría cada rincón de su pequeño pueblo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero las historias siempre estarán esperando a ser escuchadas.
FIN.