El Viaje Mágico de Los Sentidos



En un pequeño pueblo llamado Aprendis, había una escuela muy especial donde todos los niños eran amigos. Su maestra, la señorita Clara, siempre buscaba formas creativas de enseñarles. Un día decidió llevar a sus alumnos en un viaje mágico que les ayudaría a aprender sobre la atención, la memoria, las emociones, la motivación y los sentidos.

"Hoy será un día diferente," anunció la señorita Clara con una sonrisa.

"¿A dónde vamos, señorita?" preguntó Lucas, el más curioso de la clase.

"Vamos a un lugar donde nuestros sentidos cobrarán vida y aprenderemos de una manera nunca antes vista," dijo ella, mientras les mostraba un mapa lleno de colores vibrantes.

Los niños comenzaron a entusiasmarse. "¿Podremos tocar cosas mágicas?" preguntó Valentina.

"Sí, Valentina. Cada sentido será fundamental en nuestro viaje. Les prometo que lo disfrutarán mucho," aseguró la maestra.

Así, partieron hacia el Bosque de los Sentidos. Mientras caminaban, Clara les pidió que se concentraran en lo que veían. Todo era tan colorido y hermoso.

"Fíjense en los árboles. ¿Qué colores pueden ver?" preguntó Clara.

"Verde, marrón, y hay flores amarillas también," contestó Mateo, asombrado.

"Muy bien, eso es atención. Ahora, cerremos los ojos y escuchemos," dijo Clara. Los niños obedecieron y se quedaron en silencio. Pronto comenzaron a escuchar el canto de los pájaros, el murmullo del viento y el crujir de las hojas.

"Eso es escuchar con atención. La próxima actividad será recordar lo que escucharon. ¿Quién puede decirme qué sonidos notaron?" La clase se llenó de manos alzadas.

"Escuché un pájaro que decía 'pio, pio'," recordó Sofía.

"Y yo escuché el viento susurrando entre los árboles," añadió Nico.

La señorita Clara sonrió, satisfecha por cómo los niños estaban utilizando su memoria.

Continuaron el viaje hasta llegar a un hermoso río. Clara les pidió que tocaran el agua.

"¿Qué sienten?" preguntó la maestra.

"Está fría y suave," dijo Lucas, meneando sus manos.

"Excelente, ahora sientan la textura de las piedras," indicó Clara. Todos tocaron las piedras y sintieron diferentes texturas.

"Siento una piedra rugosa," exclamó Valentina.

"Ese es el sentido del tacto. Recuerden, aprender no es solo ver y escuchar; también es sentir," explicó la maestra.

Después, se sentaron en la orilla del río y Clara les dio unas galletitas galletitas para que probaran.

"¿A qué sabe?" preguntó la maestra.

"¡Riquísimas! Tienen gusto a chocolate y nuez," gritó Sofía con alegría.

"Eso es conectar los sabores con nuestras emociones," relató Clara. "Cuando disfrutamos algo, estamos más motivados a recordar y aprender. Ahora, quiero que hagan un dibujo de lo que más les gustó hasta ahora. ¡Usen todos los colores que quieran!"

Los niños se pusieron a dibujar, motivados por la experiencia vivida. En un rincón, Lucas se sentía un poco triste, ya que se dio cuenta de que no había hecho nada especial en el viaje.

"¿Por qué estás triste, Lucas?" le preguntó Clara al notar su rostro melancólico.

"Creo que no hice nada divertido como los demás," respondió él.

"No te olvides, Lucas, cada uno aprende de manera diferente. Tu atención y tus recuerdos son únicos, y eso también es especial," le dijo la maestra.

Lucas sonrió y comenzó a dibujar. Poco después, reveló su dibujo: había representado un árbol gigante con un nido lleno de aves.

"¡Ese árbol es increíble!" exclamó Mateo. "¿Podemos aprender más sobre las aves?"

"Por supuesto, eso me parece muy interesante! El saber nunca termina," dijo Clara, feliz de ver la motivación en sus alumnos.

Con el día llegando a su fin, los niños se despidieron del Bosque de los Sentidos, pero no sin antes interactuar con una ardilla muy juguetona que los hizo reír a carcajadas. Un estudiante, Juanito, capturó el momento con su cámara: "¡Este es el mejor día de todos!"

De regreso en el aula, la señorita Clara les pidió que compartieran sus dibujos y vivencias. Cada niño, emocionado, contó lo que había aprendido. y la maestra, con una sonrisa, constató que cada sentido había contribuido a crear un recuerdo inolvidable.

Así, en aquel pequeño pueblo, los niños no solo aprendieron sobre la atención, la memoria, las emociones, la motivación y los sentidos, sino que también descubrieron el valor de compartir y sentirse parte de una comunidad. Y así, la magia del aprendizaje continuó, día tras día, en la escuelita de aprendis.

FIN.

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