El viaje mágico de los tres hermanos
Era una tarde tranquila en la casa del abuelo, mientras el sol se ponía en el horizonte, los tres nietos, Tomás, Lucía y Joaquín, se acomodaron en el sillón gigante de su abuelo, listos para escuchar una historia.
"¿Qué historia nos vas a contar hoy, abuelo?" - preguntó Tomás, con los ojos brillantes de curiosidad.
"Hoy les voy a contar sobre El viaje mágico de los tres hermanos", - respondió el abuelo, sonriendo."Había una vez, en un pequeño pueblo, tres hermanos que eran muy distintos entre sí. Tomás, el mayor, era valiente y siempre buscaba aventuras. Lucía, la del medio, amaba los libros y la naturaleza, y Joaquín, el más pequeño, tenía una imaginación desbordante. Un día, mientras jugaban en el jardín, encontraron un mapa antiguo escondido bajo una piedra".
"¡Un mapa!" - exclamó Lucía, entusiasmada.
"Sí, y no era un mapa cualquiera. Era un mapa que prometía conducir a un tesoro escondido en el Bosque Encantado, un lugar que nadie se había atrevido a explorar" - continuó el abuelo.
"¿Y qué hicieron?" - preguntó Joaquín, con los ojos muy abiertos.
"Decidieron que debían embarcarse en la aventura. Así que, prepararon sus mochilas con provisiones, un poco de agua y, por supuesto, una linterna. Al otro día, cuando salió el sol, comenzaron su travesía hacia el Bosque Encantado".
Los hermanos caminaron durante horas, siguiendo el mapa. Cuando llegaban al bosque, la vegetación era densa y misteriosa. Los árboles tenían formas extrañas y se escuchaban sonidos cada vez más enigmáticos. De repente, un ciervo apareció en su camino, mirándolos con curiosidad.
"¡Mirá! Es un ciervo!" - dijo Tomás entusiasmado.
"Creo que nos quiere guiar" - sugirió Lucía, emocionada.
"¡Vamos, sigámoslo!" - gritó Joaquín, sin pensar en el peligro.
El ciervo los condujo a través de un sendero secreto que los llevó a un hermoso claro, iluminado por un rayo de sol. En el centro, había una fuente mágica que emitía un brillo suave y resplandeciente. Los hermanos se miraron asombrados.
"Este debe ser el lugar del tesoro" - comentó Tomás.
"Pero... no vemos oro ni joyas" - dijo Lucía, buscando entre los arbustos.
"La verdadera aventura suele ser diferente a lo que imaginamos" - respondió Joaquín, intrigado.
Al acercarse a la fuente, notaron que había tres copas de cristal.
"Creo que debemos beber de la fuente, pero solo una copa cada uno" - sugirió Lucía.
"Estoy de acuerdo, pero ¿qué pasará si elegimos mal?" - dijo Tomás, con un poco de miedo.
"A veces, hay que arriesgarse para descubrir cosas nuevas" - aventuró Joaquín, animándolos.
Finalmente, decidieron probar las copas. Tomás eligió la copa dorada, Lucía la plateada y Joaquín la de cristal. Al instante, un destello de luz iluminó el lugar, y una voz mágica habló desde la fuente.
"Valientes hermanos, no todo tesoro es material. Cada una de estas copas les otorgará un don especial. El tesoro de la valentía, el don del conocimiento, y la imaginación desbordante".
Los hermanos se sintieron abrumados por la magia de esas palabras.
"Yo quiero saber más sobre la naturaleza y cómo cuidar de ella" - dijo Lucía, entusiasmada.
"Yo quiero contar historias increíbles" - dijo Joaquín.
"Y yo quiero ser un gran aventurero y enfrentar mis miedos" - exclamó Tomás.
Con sus nuevos dones, regresaron a casa. A través de su aventura, habían aprendido que el verdadero tesoro no siempre es oro o joyas, sino las habilidades que llevamos dentro y que nos permiten hacer del mundo un lugar mejor.
"Y así, queridos nietos, aprendieron a valorarse a sí mismos y a trabajar juntos, cada uno con su talento. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado" - concluyó el abuelo, sonriendo con ternura.
"¡Qué linda historia, abuelo!" - exclamaron al unísono los nietos.
"Sí, vos también podés ser un aventurero, en tu propio camino. Nunca dejen de soñar y de explorar, aunque sea en su imaginación" - les dijo el abuelo, mientras los abrazaba con cariño.
FIN.