El Viaje Mágico de Sofía y el Globo



Había una vez en un tranquilo pueblito llamado Florescencia, una niña llamada Sofía. Sofía era curiosa y siempre soñaba con aventuras. En su cumpleaños, recibió un globo de helio de regalo. Era tan hermoso que, al soltarlo un instante, ¡voló alto, alto hasta desaparecer!

- ¡No, no! - gritó Sofía con desilusión - ¡Vuelve aquí! - Sin embargo, el globo se alejaba, navegando entre las nubes.

A su lado, su amigo Mateo, un niño de su edad y también soñador, le dijo:

- No te preocupes, Sofía. ¡Podemos seguirlo! Tal vez nos lleve a una aventura.

Con esa idea, los dos amigos corrieron hacia la colina. Al llegar a la cima, vieron cómo el globo giraba y giraba, cada vez más rápido. Sofía y Mateo decidieron que tenían que encontrar la manera de seguirlo.

- ¡Mirá! - exclamó Mateo, apuntando hacia un viejo árbol. - ¿Y si trepamos?

- ¡Buena idea! - respondió Sofía, y juntos comenzaron a escalar. Mientras subían, se dieron cuenta de que el árbol era más alto de lo que pensaban. La vista era impresionante, pero el globo seguía más allá.

- ¿Qué hacemos ahora? - preguntó Sofía.

Mateo miró a su alrededor y notó algo brillante en el suelo.

- ¡Mirá! Un espejo roto. Tal vez podamos usarlo para hacer señales.

Sofía, al ver el espejo reflejar la luz del sol, una idea brillante le cruzó la mente.

- ¡Podemos hacer señales a ese globo! - dijo emocionada. Jugaron con el espejo, hasta que el globo comenzó a girar en círculos, como si lo estuvieran llamando.

De pronto, el globo comenzó a bajar, como si respondiera a su llamado, y llegó hasta sus pies. Pero algo extraño sucedió: ¡el globo se convirtió en un pequeño trol de pelaje suave y brillante!

- ¡Hola, chicos! - saludó el trol con una risa chispeante - Soy Boli. Gracias por traerme de vuelta al suelo. He estado buscando amigos.

- ¡Wow! - exclamó Sofía con asombro. - ¿Tú eras el globo todo el tiempo?

- Sí, cada vez que alguien se siente solo, cambio de forma. Pero me gusta ser un globo en días soleados.

Mateo preguntó ansioso:

- ¿Y qué hiciste mientras volabas?

- Muchas cosas. He visto ríos de colores, montañas que tocan el cielo y un bosque lleno de criaturas mágicas. Pero lo más importante fue que conocí a gente amable como ustedes.

- ¡Queremos ver todo eso! - dijo Sofía.

Boli, con una risa juguetona, respondió:

- Entonces, ¿por qué no ven conmigo? ¡Hop! ¡Vengan!

Sin pensarlo dos veces, Sofía y Mateo tomaron la mano del trol, quien con un salto mágico los llevó a un mundo de maravillas.

Llegaron a un lugar donde los árboles cantaban y las flores bailaban. Un río lleno de peces del arcoíris los saludaba.

- ¡Esto es increíble! - dijo Sofía, mientras giraba en el aire.

Pero de repente, el río empezó a murmurar preocupaciones.

- Ay, ay, ay… hemos perdido la música del río, y los peces están tristes.

Boli se rascó la cabeza y dijo:

- Quizás podamos ayudar. Ustedes tienen buenas ideas, ¿verdad?

- ¡Claro! - respondió Mateo. - Yo puedo cantar como un pez.

Sofía decidió que podía bailar para animar a los peces.

- ¡Vamos! - gritó Mateo, y juntos se pusieron a cantar y a bailar. Poco a poco, la música comenzó a regresar, y los peces brillaron de alegría, saltando y danzando con ellos.

- ¡Lo logramos! - dijo Sofía emocionada. - ¡El río está feliz otra vez!

Boli sonrió, volviendo a convertirse en globo mientras celebraban.

- Así es, amigos. Cuando ayudamos a otros, encontramos la verdadera magia.

Al caer la tarde, es hora de regresar a casa.

- ¡No queremos irnos! - exclamó Sofía, con un brillo en sus ojos.

Boli les prometió:

- Siempre que miren al cielo y vean un globo, recuerden que yo estaré volando para ustedes.

- Te prometemos que nunca olvidaremos esta aventura - aseguró Mateo.

Una vez de vuelta en su colina, Sofía y Mateo miraron al cielo.

- ¿Ves ese globo? - le preguntó Sofía. - Es Boli. Sabemos que siempre estará con nosotros.

Y desde ese día, no solo aprendieron a soñar en grande, sino también a disfrutar y valorar a quienes los rodeaban.

Al mirar las nubes, Sofía y Mateo sabían que las mejores aventuras se vivían con amigos, y que cada día podía ser mágico si se lo proponían.

Fin.

FIN.

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