El Viaje Mágico en el Auto de Papá



Era un día soleado en Buenos Aires, y Clara y su hermano Tomi estaban muy emocionados. Esa mañana, papá había decidido llevarlos a una aventura en su auto. Con los ojos brillantes de emoción, Clara dijo:

"¡Qué bien, papá! ¿A dónde vamos hoy?"

"Es una sorpresa, pero deben prometerme que no mirarán el mapa hasta que lleguemos", respondió su papá con una sonrisa.

Tomados de la mano y con sonrisas de oreja a oreja, Clara y Tomi se subieron al auto. Papá puso música alegre, y juntos comenzaron a cantar.

Mientras avanzaban, el paisaje iba cambiando. Salieron de la ciudad y los edificios empezaron a desaparecer, dando lugar a hermosos campos verdes.

"Mirá, Clara, ¡hay vacas!" comentó Tomi, mirando por la ventana.

"¡Son tan lindas! Y se ven tan felices pastando", agregó Clara.

De repente, el auto se detuvo.

"¿Por qué nos paramos, papá?" preguntó Clara.

"Miren, hay un cartel que dice 'Parada de Aventura'. Vamos a hacer una pausa", respondió él.

Los niños se bajaron emocionados. En la parada había un pequeño parque con juegos y una tirolesa. Clara y Tomi comenzaron a jugar de inmediato.

"¡Vamos, Clara! ¡Cuidado con los toboganes!" gritó Tomi mientras corría.

"¡Te voy a ganar en la carrera!", contestó Clara mientras se lanzaba por el tobogán.

Después de un rato de correr y jugar, papá les dijo:

"Ahora sí, es hora de volver al auto.¡La aventura continúa!"

Los niños subieron, aún riendo y hablando de lo divertidos que habían sido los juegos.

Mientras continuaban el viaje, papá decidió dirigir el auto hacia un camino menos transitado. Pasaron por un pequeño pueblo lleno de casas de colores alegres.

"Mirá, papá, ¡hay una feria!" exclamó Clara, señalando una gran carpa llena de colores.

"Vamos a ver qué hay allí", decidió Papá, dirigiéndose a la feria.

Al llegar, los niños se maravillaron con los juegos de feria, los puestos de algodón de azúcar, y las sonrisas de las personas. Clara se acercó a una señora que hacía globos.

"¿Puedo tener uno en forma de perro?" preguntó.

"¡Claro que sí! Dile a tu papá que me lo pague cuando lo termine", contestó la señora mientras comenzaba a inflar el globo.

Tomi, mientras tanto, había encontrado un juego de anillas y estaba probando suerte.

"¡Vamos, Tomi! ¡Concentrate!", lo alentó Clara desde atrás.

"¡Lo voy a lograr!", gritó Tomi con determinación. Después de varios intentos, finalmente logró enganchar la anilla a una botella.

"¡Lo hice, lo hice!", exclamó emocionado mientras corría hacia su hermana.

Pero de repente, una ráfaga de viento hizo volar un globo del puesto de la señora. Clara lo vio y rápidamente corrió tras él.

"¡Espera!" gritó su papá, pero Clara estaba demasiado concentrada en atrapar el globo.

Cuando llegó al otro lado de la feria, Clara se dio cuenta de que el globo se había enredado en un árbol. Mirando hacia arriba, se sintió un poco triste. Sin embargo, un grupo de niños que jugaban cerca notó su preocupación y se acercaron.

"No llores, yo tengo un globo que no quiero. Puedo dártelo", ofreció uno de ellos.

"¡En serio! Muchas gracias", respondió Clara, sintiéndose aliviada por la amabilidad del niño.

Poco después, regresó donde estaba Tomi y su papá, feliz con su nuevo globo.

"Miren, ¡ya tengo otro!" dijo orgullosa.

"Esa fue una gran aventura, Clara. Siempre es bueno ayudar a los demás", dijo su papá sonriendo.

"Y también fue divertido ganar amigos, ¿verdad?" añadió Tomi.

Ya cuando el sol empezaba a ponerse, el papá dijo:

"Es momento de volver a casa. Fue un día lleno de aventuras. ¿Qué fue lo que más les gustó?"

"¡El viaje en el auto!", gritaron ambos al unísono, riendo.

Al regresar, la familia compartió sus anécdotas de la feria en la mesa de la cena. Cada uno tenía una historia que contar y todos sonreían, felices por el día que habían pasado.

"¡Mañana podemos hacer otra aventura!", sugirió Clara mientras tomaba su postre.

"¡Si, con globos!", se unió Tomi con un guiño.

Así, aprendieron que los mejores recuerdos se crean sin planear, solo con un poco de sorpresa, amor y la compañía de los seres queridos.

Y así, cada vez que subían al auto de papá, sabían que la aventura siempre estaba a la vuelta de la esquina.

FIN.

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