El Viaje Musical de Anna



Era una mañana soleada cuando Anna decidió que quería aprender a tocar el piano. Su mamá le había contado sobre cómo su abuela tocaba hermosas melodías que hacían que todos se sintieran felices en casa. Con esa imagen en la cabeza, Anna corrió hacia el piano de su abuelo que había estado guardado en el altillo.

"- ¡Guau! ¡Es tan grande!", exclamó con los ojos brillantes mientras acariciaba las teclas.

Comenzó a presionar algunas notas y se dio cuenta de que hacía un sonido extraño. En su mente, imaginaba melodías mágicas, pero lo que salía del piano era un ruido confuso.

"- Esto es más difícil de lo que pensé", suspiró, sintiendo que su entusiasmo empezaba a desvanecerse. Pero una pequeña voz dentro de ella decía: "- ¡No te rindas!". Con determinación, decidió inscribirse en clases de piano en la escuela de música del barrio.

Sus primeras clases fueron desafiantes. La profesora, la señora Clara, era muy paciente y siempre decía:

"- Todo gran pianista fue una vez un principiante, Anna. Lo importante es practicar y no desanimarse."

Pero, a pesar de sus esfuerzos, las notas seguían confundiéndola y no lograba tocar con fluidez. Un día, después de una clase, Anna se sentó en un rincón del parque, con su cabeza entre sus manos.

"- Estoy tan frustrada. Nunca voy a conseguirlo", murmulló. Justo en ese momento, un anciano se le acercó. Era Don Ramón, un músico retire de la ciudad.

"- ¿Qué pasa, pequeña?", preguntó con una sonrisa amable.

"- Quiero aprender a tocar el piano, pero es muy difícil y me siento muy frustrada", contestó Anna.

"- Ah, querida, yo también me sentí así cuando empecé. Tuve que aprender que las frustraciones son solo una parte del viaje. Pero hay un secreto: si te diviertes, todo se vuelve más fácil. ¿Por qué no probás a tocar alguna canción que te guste?"

Anna lo miró curiosa: "- ¿Divertirme? Pero, ¿cómo?"

"- Empezá con una canción simple, algo que puedas tocar con una mano primero. No tenés que ser perfecta. Lo importante es disfrutar de lo que hacés. El piano es una caja de sorpresas. Cada vez que lo tocas, hay magia en el aire," instruyó Don Ramón.

Decidida a probar su consejo, Anna volvió a casa y eligió una canción que le encantaba: "Twinkle, Twinkle, Little Star". La primera vez que la tocó, le pareció que las notas bailaban en lugar de estar desordenadas.

"- ¡Lo logré!", gritó, echando mano a su entusiasmo.

Con cada día que pasaba, Anna se dio cuenta de que podía tocar esa canción con una mano. Su confianza crecía y su amor por el piano también. Sin embargo, había días en que aún se sentía frustrada y pensaba en rendirse.

Un día, en clase, la señora Clara la vio un poco apagada. "- Anna, quiero que escuches algo", dijo mientras ponía su dedo en las teclas y tocaba una melodía impresionante.

"- ¡Eso es increíble! Yo quiero tocar así, pero... no puedo", respondió Anna, un poco desalentada.

"- Claro que podés. Cada gran músico comenzó así. Recordá lo que te dijo Don Ramón. La música es un regalo cuando la disfrutás. Y si te caés, siempre volvé a levantarte", comentó la señora Clara.

A medida que pasaban los meses, la práctica se volvió parte de su rutina. Con cada intento y cada pequeño avance, Anna se sentía cada vez más conectada con el piano. Finalmente, decidió participar en el recital de la escuela de música: "- Esto es para mí y para mostrar que puedo hacerlo", pensó.

El día del recital llegó y Anna se sentía nerviosa, pero también emocionada. Una vez en el escenario, miró a su mamá y a su abuelo en la audiencia, sonriendo y dándole ánimo.

"- ¡Una, dos, tres!", se dijo a sí misma y comenzó a tocar "Twinkle, Twinkle, Little Star". Al finalizar, una gran ovación estalló en la sala.

"- ¡Bravo, Anna!", gritaron sus amigos. La niña no podía creerlo. Se sentía orgullosa y feliz. Después, Don Ramón la abrazó y le dijo:

"- ¡Ves! Te lo dije, la música es un viaje y hoy has recorrido una gran parte de él. ¿Cuál será tu próxima canción?"

A partir de ese día, Anna decidió que nunca dejaría de tocar, y sobre todo, nunca dejaría de disfrutarlo. Había aprendido que los errores forman parte del aprendizaje y que lo importante es seguir intentándolo con una sonrisa.

"- ¡Gracias, piano mágico!", dijo con una gran sonrisa, mientras sus dedos danzaban sobre las teclas una vez más.

FIN.

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