El Viaje Soñado a Cochabamba
Había una vez, en una pequeña ciudad argentina, un niño llamado Tomás que cada noche viajaba a mundos mágicos en sus sueños. Una noche, al cerraron los ojos, se encontró en un tren colorido que se dirigía hacia Cochabamba, Bolivia, junto a su madre, Laura.
"¿Mamá, dónde estamos yendo?" - preguntó Tomás, emocionado.
"A Cochabamba, Tomás. Pero no es un viaje cualquiera, hoy exploraremos la amistad, la curiosidad y la aventura", respondió su madre con una sonrisa.
El tren avanzaba rápidamente, atravesando paisajes increíbles: montañas verdes, ríos que brillaban bajo el sol y campos llenos de flores de todos los colores. De repente, el tren se detuvo frente a una estación que parecía salía de un cuento de hadas.
"¡Mirá, mamá!" - señaló Tomás, asombrado. "Las estaciones de tren tienen que hacer paradas así en los sueños, ¿no?"
"Por supuesto, hijo. ¡Vamos a explorar!" - respondió Laura, tomándole la mano.
Bajaron del tren y se encontraron en un festín lleno de risas y música. Las personas los recibieron con alegría y les ofrecieron comida deliciosa.
"¿Qué es esto maravilloso?" - preguntó Tomás, oliendo un plato de empanadas.
"Eso es la comida típica de Cochabamba, ¡quiero que pruebes todo!" - dijo Laura.
Tomás devoró cada bocado mientras escuchaba historias de los lugareños. Un anciano se le acercó:
"Niño, ¿sabías que la amistad es como un viaje en tren? A veces encuentras nuevos amigos en cada parada, pero siempre hay gente que sigue contigo."
Tomás frunció el ceño, pensativo. "¿Cómo podemos hacer nuevos amigos, abuelo?"
"Con una sonrisa y un poco de curiosidad, hijo. No hay secretos para hacerlo, solo necesitas abrir tu corazón y escuchar."
Decididos a poner en práctica el consejo del anciano, Tomás y su madre comenzaron a hablar con otros niños que estaban jugando a la pelota. Pronto, formaron un gran grupo que compartía risas y alegría, aunque hablaban en diferentes idiomas.
De repente, el juego se detuvo cuando un viento fuerte sopló y llevó la pelota lejos, hacia el río. Todos miraron, preocupados.
"No se preocupen, yo voy a buscarla" - dijo Tomás, corriendo hacia la orilla.
Laura lo siguió, llena de orgullo.
"Ten cuidado, Tomás. Pero a veces hay que aventurarse para solucionar problemas" - le aconsejó, mientras él se metía con precaución en el agua.
Con determinación y sumando a sus nuevos amigos, logró recuperar la pelota y volvieron al juego. Los chicos lo aplaudieron, y Tomás sintió una calidez que nunca había experimentado antes.
"¡Mirá, ahora somos un equipo!" - exclamó uno de los niños, con sus ojos brillando.
"Claro, juntos somos más fuertes" - agregó Tomás, sintiéndose parte de algo especial.
Pasaron el día entre juegos, cuentos y risas hasta que el sol empezó a esconderse detrás de las montañas. Tomás, con una sonrisa en su rostro, se dio cuenta de que había hecho nuevos amigos y aprendido valiosas lecciones sobre la amistad.
"Mamá, ¿cuándo podemos volver a Cochabamba?" - preguntó emocionado en el tren de regreso.
"Siempre que quieras, Tomás. El verdadero viaje no es solo físico, también es en el corazón."
Y así, con esas palabras resonando en su mente, Tomás despertó de su sueño con una nueva perspectiva sobre la amistad, la aventura y la alegría de conocer a nuevas personas. Desde esa noche, cada vez que cerraba los ojos, soñaba con nuevos viajes y con la promesa de volver a Cochabamba, donde había aprendido que los lazos de la amistad son un viaje interminable, lleno de aventuras.
Y colorín colorado, este sueño se ha acabado.
FIN.