El Viaje Soñado a Júpiter



En un pequeño barrio de Buenos Aires vivía la familia Ruiz Davila: Pablo, Sofía y sus dos hijos, Martín y Valentina. Desde pequeños, a los chicos les fascinaba mirar las estrellas. Cada noche, se sentaban en el techo de su casa con su papá y su mamá, mirando el cielo lleno de luces.

"¡Mirá, papá! Esa es Júpiter, el planeta más grande de todos!" - exclamó Martín, apuntando con su dedo hacia la brillante esfera que relucía en la distancia.

"Es cierto, hijo. Júpiter tiene un montón de lunas y hasta tormentas que son más grandes que la Tierra" - dijo Sofía con una sonrisa.

Un día, mientras jugaban en el patio, Valentina soltó una idea que hizo que todos se entusiasmaran.

"¿Y si hacemos un cohete y viajamos a Júpiter?" - propuso ella, con los ojos llenos de ilusión.

"¡Sí! ¡Un cohete! ¿Pero cómo lo hacemos sin dinero?" - contestó Martín, un poco desanimado.

"Podemos pedir ayuda a nuestros amigos y vecinos. Estoy seguro que todos tienen algo que aportar" - sugirió Papá.

Así comenzó su aventura. Con lápiz y papel, Pablo y Sofía les ayudaron a hacer una lista de lo que necesitaban: cartón, pegamento, pintura, tubos de papel higiénico y mucha creatividad. Cada miembro de la familia Ruiz Davila se lanzó a buscar materiales reciclables.

"¡Mirad! Encontré unos viejos balones de fútbol que podemos usar como motores" - gritó Valentina emocionada.

"Y yo traje algunos tarros de helado que pueden ser parte de la cabina" - agregó Martín, mientras sus ojos brillaban.

Los días pasaron y la familia trabajaba unida. El jardín de la casa se llenó de risas, colores y un gran diseño de cohete. Muchas noches los vecinos se unieron, trayendo cartones y compartiendo historias sobre el espacio. Todos estaban tan entusiasmados que hasta comenzaron a imaginar juntos cómo sería el viaje.

Un día, mientras pintaban el cohete, apareció Don Julio, el amigo viejito del barrio, con una mochila muy extraña.

"¿Qué es eso, Don Julio?" - preguntó Sofía curiosa.

"Es mi telescopio, chicos. Lo usé cuando era joven para observar las estrellas" - respondió Don Julio, con nostalgia.

"¿Nos dejas usarlo?" - preguntó Martín, con una gran sonrisa.

Don Julio accedió y, esa noche, la familia Ruiz Davila pudo observar Júpiter con sus lunas. Todos estaban boquiabiertos.

"¡Es increíble!" - dijo Valentina. "Este viaje será asombroso".

Una semana después, el cohete de cartón estaba casi listo. Sin embargo, había un pequeño problema: no podían levantarlo del suelo, ¡era más pesado de lo que pensaban!"Necesitamos una idea para hacerlo volar. No podemos rendirnos ahora!" - comentó Pablo, preocupado.

"Tengo una idea, papá! Si usamos globos de helio, podríamos hacer que suba" - exclamó Sofía.

Al día siguiente, la familia fue a buscar globos. Juntos, llenaron el cohete con globos de helio de colores brillantes. Finalmente, llegó el gran día, el día de la gran aventura.

La familia Ruiz Davila se reunió en el jardín, emocionada por su primer viaje a Júpiter. Con una cuenta regresiva de tres, dos, uno... ¡hicieron despegar el cohete! El globo, lleno de colores brillantes, subió hacia el cielo, despegando a través de las nubes.

FIN.

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