El Viaje Soñado de Mateo
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Mateo. Él siempre miraba al cielo estrellado desde su ventana y soñaba con ser astronauta. Una noche, mientras contemplaba las estrellas, notó algo extraño. Una de las estrellas parecía brillar más que las demás.
-¡Mirá mamá, esa estrella está parpadeando! -exclamó Mateo, señalando hacia el cielo.
-Quizás te está haciendo un guiño, Mateo -respondió su mamá entre risas.
Pero Mateo no se conformaba con eso. Se despidió de su mamá y, con un plano en mente, se propuso construir su propio cohete de cartón. Al día siguiente, reunió cajas viejas, tubos de papel higiénico y un sinfín de brillos y pegatinas.
-¡Esto va a ser grande! -dijo mientras empezaba a armar su cohete.
Los días pasaron y mientras Mateo construía su cohete soñador, sus amigos del barrio se interesaron.
-¿Qué haces, Mateo? -preguntó su amiga Clara.
-Estoy construyendo un cohete para ir a las estrellas -respondió Mateo con entusiasmo.
-¿Puedo ayudarte? -dijo Clara, con los ojos llenos de brillo.
-Juntos podemos hacerlo más grande -sonrió Mateo.
Y así, Mateo y Clara invitaron a otros amigos del barrio a unirse al proyecto. Con la ayuda de todos, el cohete casi estaba listo. Pero entonces, un viento fuerte sopló, y una de las cajas se desarmó.
-Oh no, todo está arruinado -se lamentó Clara.
-No te preocupes, siempre podemos volver a armarlo -dijo Mateo, tratando de animar a todos.
La tarde pasó y, después de muchas risas e ideas creativas, entre todos lograron reconstruir el cohete, esta vez más fuerte y brillante que nunca. El siguiente paso era hacer una gran presentación para que los padres pudieran ver su trabajo.
-¡Es la hora del lanzamiento! -les dijo Mateo.
El día del evento llegó. Los padres de los niños se reunieron en un parque y Mateo, vestido como un verdadero astronauta, se subió al cohete. Todos lo miraban expectantes.
-Con la ayuda de la imaginación, vamos a viajar a las estrellas -anunció Mateo mientras apretaba sus manos en puños.
-¡3, 2, 1, ¡Lanzamiento! -gritó su amigo Leo.
Y mientras Mateo levantaba los brazos, los niños hicieron un sorpresivo "¡Vuuu!" imitando el sonido de un cohete. Todos aplaudieron y rieron.
Tras el lanzamiento, Mateo, aún vestido de astronauta, compartió sus sueños e historias sobre las estrellas.
-Una vez lleguemos, podremos hablar con las estrellas y contarles todos nuestros sueños -dijo inspirando a sus amigos.
Desde ese día, todos los niños del barrio comenzaron a explorar la astronomía. No solo soñaron con ser astronautas, sino que hicieron una promesa: cada semana, se reunirían para observar las estrellas y aprender sobre el universo.
Con el tiempo, Mateo y sus amigos se convirtieron en grandes exploradores de los cielos, creando un club de astronomía en su escuela.
-¿Qué vamos a hacer en nuestra próxima reunión? -preguntó Leo un día.
-Vamos a hacer un telescopio con botellas recicladas -respondió Mateo emocionado.
Así, Mateo nunca dejó de soñar, y todos los días, miraban al cielo en busca de nuevas estrellas y aventuras.
El esfuerzo y el trabajo en equipo les enseñó que, aunque algunos sueños parezcan lejanos, con dedicación y amistad, ¡todo es posible! Y cada vez que veían una estrella brillar, sonreían, porque sabían que sus sueños estaban un paso más cerca de convertirse en realidad.
FIN.