El Viajero de Colores



Había una vez un viajero llamado Leo, que soñaba con recorrer México, un país lleno de colores, regiones y maravillas por descubrir. Un día, con su mochila a cuestas y un mapa en mano, decidió embarcarse en su aventura, partiendo desde su ciudad natal en Buenos Aires, Argentina, hacia el vibrante territorio mexicano.

**Inicio**

Leo llegó a la tierra de los Aztecas, donde el clima era cálido y el sol brillaba intensamente. Fascinado por la riqueza cultural, se adentró en la Ciudad de México, donde pudo visitar las pirámides de Teotihuacán. Allí conoció a Ana, una joven guía turística que le explicó sobre la historia de los antiguos habitantes.

"¿Sabías que las pirámides eran templos muy importantes?" - le comentó Ana, mientras señalaba las grandes estructuras.

"¡Eso es increíble!" - respondió Leo, emocionado.

**Nudo/Desarrollo**

Después de explorar la ciudad, Leo y Ana decidieron viajar juntos por algunos estados. Primero, encararon rumbo a Veracruz, donde el clima era más húmedo y el aire olía a mar. Juntos, navegaron por el río Papaloapan, rodeados de exuberante flora como los manglares, y fauna como los coloridos loros que volaban en lo alto.

"Mirá esos loros, Leo. Son endémicos de esta región" - dijo Ana mientras señalaba al cielo.

"¡Son hermosos! Nunca había visto algo así."

Continuaron hacia el norte, llegando a San Luis Potosí, donde Leo quedó maravillado con la belleza del desierto y sus paisajes. Pero en medio de su viaje, se encontraron con un problema: Ana se dio cuenta de que habían perdido su mapa.

"¡Oh no, Leo! ¿Qué vamos a hacer ahora?" - exclamó Ana.

"Tranquila, conozcamos a los locales y seguro nos ayudarán a encontrar el camino" - sugirió Leo con determinación.

Guiados por su curiosidad, se acercaron a un grupo de personas en una plaza donde celebraban una fiesta tradicional. Allí, conocieron a don Ramón, un anciano sabio que conocía cada rincón de la región.

"Ven, muchachos. Para llegar a donde quieren ir, deben tomar este sendero" - les dijo con una sonrisa.

Siguiendo su consejo, Leo y Ana encontraron un camino hermoso lleno de flores azules, rojas y amarillas y pudieron llegar a su próximo destino: Guanajuato, conocida por su arquitectura colorida y sus callejones llenos de historia. Mientras exploraban, Leo se dio cuenta de que cada lugar que visitaban era una lección sobre la diversidad de México.

**Final**

Finalmente, después de varias semanas de aventuras, Leo y Ana decidieron regresar a la Ciudad de México. Pero este viaje no solo había enriquecido a Leo con conocimientos sobre el territorio mexicano, también había forjado una bonita amistad entre ellos.

"Me alegra que hayamos compartido esta aventura juntos, Leo" - dijo Ana mientras miraban la puesta de sol.

"A mí también, Ana. ¡Gracias por enseñarme tanto sobre tu país!"

Cuando llegó el momento de despedirse, Leo prometió que volvería y seguiría explorando. Había aprendido sobre la riqueza del clima, la flora y fauna de México, y especialmente, sobre la calidez de su gente. Con su corazón lleno de recuerdos y nuevos amigos, puso rumbo a casa, sabiendo que su viaje nunca terminaría y que la próxima aventura siempre lo esperaba a la vuelta de la esquina.

FIN.

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