El viajero del tiempo y la aventura en el desierto



Era un día radiante en Buenos Aires, cuando Mateo, un niño curioso de diez años, encontró una extraña máquina en el desván de su abuelo. La máquina era circular y tenía luces parpadeantes. Mateo, fascinado, presionó un botón y, de repente, todo a su alrededor comenzó a girar. Cuando la luz se disipó, se encontró en una antigua ciudad. ¡Era Roma!"¡What! ¿Dónde estoy?" - se preguntó, mirando alrededor. Las columnas majestuosas y las personas vestidas con tunicas le confirmaron que había viajado al pasado.

Mientras caminaba, un grupo de niños romanos se acercó a él. Estaban jugando con una pelota de trapo.

"¿De dónde eres, extraño?" - preguntó una niña llamada Livia.

"Soy de… eh... de muy lejos, de un lugar llamado Buenos Aires" - respondió Mateo, un poco confundido.

"No hemos oído hablar de lo que llamas Buenos Aires. Pero podemos enseñarte a jugar al harpastum, un juego muy divertido. ¡Ven!" - dijo otro niño, Marco.

Mateo se unió a ellos y, tras algunas risas y carreras, se dio cuenta de lo diferente perolo divertido que era jugar al aire libre sin pantallas. Luego, trató de compartir con ellos cómo se juega al fútbol, pero se dieron cuenta de que no tenían una pelota. Entonces, Livia y Marco decidieron construir una con hojas y trapos. Juntos, cada uno aportó ideas y al final lograron una pelota muy peculiar pero útil.

De repente, una tormenta de arena surgió en el horizonte, preocupando a los niños.

"¡Rápido! Debemos refugiarnos!" - gritó Mateo.

Todos corrieron hacia un gran edificio que parecía un antiguo templo. Dentro, conocieron a un anciano llamado Fabio que les habló de los peligros del desierto.

"El desierto puede ser implacable, pero también hay mucho que aprender de él. Hay que tener respeto por la naturaleza y aprender a sobrevivir" - les dijo con voz profunda.

"¿Qué debemos hacer?" - preguntó Mateo, sintiendo una conexión especial con Fabio.

"Debemos encontrar agua y un lugar seguro para esperar a que la tormenta pase. Y siempre recordar que la unión hace la fuerza. Juntos podremos salir de esta situación" - explicó, comenzando a trazar un plan.

Con los niños a su lado, comenzaron a buscar soluciones. Mateo recordó las lecciones sobre el reciclaje y la conservación del agua. Juntos, con la ayuda de los adultos en la ciudad, encontraron un sistema antiguo para recopilar el agua de lluvia.

"¡Esto funcionará!" - exclamó Livia.

Finalmente, lograron recoger agua y encontrar refugio durante la tormenta. Cuando pasó, Mateo se dio cuenta de que había aprendido mucho sobre la colaboración y el valor del trabajo en equipo.

"No puedo quedarme mucho tiempo aquí, tengo que volver a casa" - dijo Mateo un poco triste.

"Te extrañaremos, amigo. Pero siempre podrás volver, y recuerda, los lazos que forjamos nunca se rompen" - respondió Marco con una sonrisa.

Mateo dio un abrazo a sus nuevos amigos y activó la máquina del tiempo. Cuando regresó a su hogar, llevaba consigo recetas antiguas de juegos, una historia increíble y un corazón lleno de amistad.

Desde ese día, Mateo fue el mejor narrador del barrio, compartiendo sus aventuras en Roma y en el desierto, enseñando a todos sobre la naturaleza y el valor de la cooperación. Nunca olvidó que, aunque venía de un lugar distante, el verdadero hogar se encuentra en las amistades que forjamos y en las lecciones que aprendemos.

FIN.

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