El Viejito Volador
Había una vez en la ciudad de Autovilla, un emocionante evento llamado "Auto carrera copa competidores público". Esta competencia reunía a los autos más veloces y valientes del lugar, dispuestos a demostrar quién era el mejor conductor.
El favorito indiscutible de todos era Rayo, un auto rojo con rayas blancas que había ganado todas las carreras anteriores. Su habilidad para esquivar obstáculos y su velocidad lo convertían en un verdadero campeón.
Sin embargo, esta vez había un nuevo competidor que estaba causando revuelo entre el público. Se trataba de Turbo, un auto amarillo muy veloz y audaz. Muchos decían que tenía la capacidad de volar por los aires.
Los demás competidores también eran dignos oponentes: Ráfaga, el auto azul eléctrico; Centella, el auto verde con llamas doradas; y Trueno, el auto negro relampagueante. La gran final se acercaba y todos estaban ansiosos por ver qué sorpresas les esperaban.
Los organizadores decidieron hacer algo diferente esta vez: permitir que algunos niños participaran como copilotos en las carreras. Un día antes de la gran final, los niños tuvieron la oportunidad de conocer a los pilotos y elegir a cuál acompañarían durante la competencia.
Todos querían estar con Rayo o Turbo porque creían que eran los mejores autos. Marina era una niña curiosa e inteligente que siempre buscaba aprender cosas nuevas.
Ella decidió alejarse del bullicio y observó cómo los otros niños elegían rápidamente a sus pilotos favoritos sin pensar mucho al respecto. En ese momento, Marina escuchó una voz suave que provenía de un auto viejo y desgastado llamado Viejito.
El Viejito le dijo a Marina: "Niña, todos eligen a los más rápidos y vistosos, pero no siempre lo más importante es eso. A veces, lo verdaderamente valioso está en aquellos que han superado obstáculos y siguen adelante". Marina se acercó al Viejito y le preguntó por qué decía eso.
Él le contó la historia de cómo había sido abandonado en un depósito de chatarra porque ya no era tan rápido como antes. "A pesar de todo, me propuse demostrar que aún tenía muchas cosas por ofrecer", dijo el Viejito con orgullo.
Marina reflexionó sobre las palabras del Viejito y decidió elegirlo como su piloto para la gran final. Los demás niños se burlaron de ella y dijeron que estaba tomando una mala decisión.
Llegó el día de la carrera y todos los autos estaban listos para competir. Rayo, Turbo, Ráfaga, Centella y Trueno se sentían muy seguros de sí mismos por tener a los niños más populares como copilotos. La carrera comenzó con mucha emoción.
Rayo tomó la delantera seguido muy de cerca por Turbo. Ráfaga hacía maniobras increíbles mientras Centella dejaba rastros dorados tras su paso. Trueno relampagueaba entre los demás autos.
Pero Marina sabía que el Viejito tenía algo especial guardado para sorprender a todos. En un giro inesperado del circuito, cuando Rayo y Turbo estaban a punto de adelantarse, el Viejito sacó un paracaídas y voló por los aires.
Los demás autos se quedaron atónitos mientras el Viejito avanzaba lentamente hacia la línea de meta. Marina gritaba emocionada desde su asiento: "¡Vamos, Viejito, tú puedes!". Al final, el Viejito cruzó la línea de meta en primer lugar. Todos los presentes se quedaron boquiabiertos ante semejante hazaña.
Los niños que habían elegido a Rayo y Turbo se acercaron a Marina para felicitarla y decirle que había tomado una excelente decisión. Desde ese día, todos aprendieron que no siempre lo más rápido o vistoso es lo mejor.
A veces, hay que mirar más allá y valorar las habilidades únicas de cada uno. El Viejito demostró que nunca es tarde para ser un verdadero campeón.
Y así termina esta historia de autos veloces y valientes que nos enseña la importancia de no juzgar por las apariencias y valorar las cualidades especiales que cada uno posee en su interior.
FIN.