El Viejo Sabio y el Corazón Valiente



En un pequeño pueblo, vivía un viejito llamado Don Sabio. Era conocido por sus palabras profundas y su sonrisa bondadosa. Todos los niños del lugar solían acercarse a él para escuchar sus historias llenas de enseñanzas. Pero, lo que nadie sabía, es que Don Sabio, a pesar de ser tan sabio, estaba solo y buscaba el amor.

Un día, mientras contaba un cuento a un grupo de niños, se dio cuenta de que la primavera había llegado, y con ella, el deseo de compartir su vida con alguien especial. "Pequeños, ¿saben ustedes qué es el amor?"-, preguntó.

"Es cuando te gusta alguien mucho, abuelo!"-, respondió una niña llamada Estela.

"Exactamente, Estelita. Pero el amor también es amar a quienes nos rodean y compartir momentos. Yo busco una compañera con quien disfrutar de la vida."

Los niños hicieron un círculo alrededor de Don Sabio y, con su curiosidad desbordante, le hicieron preguntas.

"¿Cómo podemos ayudarte a encontrarla?"- preguntó Tomás, un niño audaz.

"Podrían ayudarme a ser valiente. El amor a veces puede dar tristeza también, ya que no siempre podemos saber si la otra persona siente lo mismo que nosotros."

Los niños, con su energía e inocencia, decidieron organizar un plan para ayudar a Don Sabio. Pensaron que si él iba a la plaza del pueblo y mostraba sus hermosas palabras, tal vez atraería a alguien especial.

Un día soleado, el pueblo se reunió en la plaza. Don Sabio tomó un gran pañuelo de cuadros y se lo puso en la cabeza, como si fuera un nuevo sombrero, y se plantó en el centro de la plaza. "Queridos amigos, hoy vengo a compartir mis palabras sabias con todos ustedes y a buscar la compañía que mi corazón anhela."

Mientras hablaba, un murmullo se escuchó entre la multitud. Las personas se acercaban, intrigadas por la figura entrañable y enigmática de Don Sabio.

"El amor es como una flor, necesita ser cuidado y regado para florecer. Y hoy, deseo que el amor florezca en mi vida."

Los peques aplaudían y animaban al viejito. De repente, una mujer mayor, con una hermosa bufanda roja, se acercó entre la multitud. "Yo también soy una buscadora del amor. Siempre me han atraído las palabras dulces. ¿Podríamos compartir una charla, Don Sabio?"

Don Sabio sintió su corazón latir rápidamente. "Encantado, señora... ¿cómo se llama?"-

"Soy Doña Clara, y he oído hablar de usted, el sabio del pueblo. Me encanta lo que dice sobre amar y cuidar."

Ambos comenzaron a hablar, compartiendo anécdotas de sus vidas y riendo juntos. Los niños miraban sonrientes mientras los dos adultos se entendían. Sin embargo, el tiempo pasó volando y, a medida que la conversación se hacía más profunda, también comenzaba a caer la tarde.

De pronto, una sombra oscureció el lugar. Un fuerte viento sopló y el pajarito que siempre acompañaba a Don Sabio, llegó volando, revoloteando por la plaza. "¿Por qué siempre que hay magia en el aire, tú haces de las tuyas, amigo pajarito?"- exclamó Don Sabio, riendo.

"Porque cada encuentro tiene su chispa, Don Sabio."

Don Sabio se dio cuenta de que con Doña Clara, estaba sintiendo esa chispa especial que faltaba. "¿Sabe, Doña Clara? Creo que esto es un comienzo realmente hermoso."

"Lo siento, Don Sabio, ¿pero yo soy tan mayor y usted, tan sabio?"- dijo doña Clara, un tanto tímida.

"La edad es solo un número, y la sabiduría se encuentra en el corazón. Lo importante es que hay un momento para cada amistad y amor, y hoy fue mágico."

La tarde terminó con risas y sueños compartidos. Don Sabio, y Doña Clara se sentaron en un banco de la plaza, miraban las flores y Charles, el pajarito, cantaba en el fondo.

Desde ese día, Don Sabio comprendió que la búsqueda del amor había comenzado, pero también supo que había encontrado un gran vínculo de amistad con Doña Clara, quien también había buscado amor. Juntos compartieron risas y aventuras, creando un lazo que crecía con cada día que pasaba.

Los niños del pueblo se dieron cuenta de la gran lección que había sido: encontrar amor y amistad, un camino que también resultaba hermoso y lleno de sorpresas.

FIN.

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