El viento de la felicidad
Había una vez una niña llamada Sofía, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos y montañas. Sofía era una niña muy especial, siempre tenía una sonrisa en su rostro y irradiaba alegría por dondequiera que iba.
Un día, mientras caminaba por el bosque cerca de su casa, Sofía sintió una brisa cálida acariciando su rostro. Cerró los ojos y extendió sus brazos como si estuviera abrazando al viento.
En ese momento, algo mágico ocurrió: el viento se volvió más fuerte y comenzó a mover las hojas de los árboles en un baile encantador. Sofía rió emocionada y dijo: "¡Viento! ¡Gracias por jugar conmigo!".
El viento pareció responderle con cariño mientras continuaba soplando a su alrededor. Desde aquel día, Sofía visitaba regularmente el bosque para jugar con el viento. Juntos reían, bailaban y saltaban entre las hojas caídas. Pero un día todo cambió cuando el viento dejó de soplar.
Sofía estaba triste porque ya no podía sentir la brisa acariciando su rostro ni escuchar la risa del viento entre los árboles. Entonces decidió buscar respuestas en lo alto de la montaña más alta del pueblo.
Subiendo lentamente por la empinada colina, llegó a la cima agotada pero llena de determinación. Allí encontró un anciano sabio sentado bajo un viejo árbol. El anciano sonrió amablemente y preguntó: "¿Qué te trae hasta aquí, pequeña Sofía?".
Ella le contó sobre su amistad con el viento y cómo había desaparecido de repente. El anciano escuchó atentamente y luego dijo: "Sofía, a veces las cosas más preciosas en nuestras vidas se van por un tiempo para enseñarnos a valorarlas aún más.
El viento ha dejado de soplar porque necesita que encuentres la verdadera felicidad dentro de ti". Sofía quedó perpleja pero decidida a seguir los consejos del anciano sabio.
Comenzó a buscar la felicidad en cada pequeño detalle de su vida. Apreciaba el canto de los pájaros, disfrutaba del sol brillante y abrazaba a sus seres queridos con amor. Poco a poco, Sofía descubrió que la verdadera felicidad no estaba en el mundo exterior, sino dentro de ella misma.
Se dio cuenta de que podía sentir alegría sin depender del viento o cualquier otra cosa externa. Un día soleado, mientras caminaba por el bosque, sintió una brisa suave acariciando su rostro nuevamente.
Esta vez no era el viento juguetón, sino una brisa tranquila y reconfortante. "Sofía", dijo una voz susurrante en el viento. "Has aprendido la lección más importante: encontrar la felicidad dentro de ti misma". Era Dios hablándole desde lo alto.
Sofía sonrió y respondió: "Gracias por enseñarme esta valiosa lección, Dios. Ahora sé que puedo llevar mi propia felicidad siempre conmigo".
Desde aquel día, Sofía siguió disfrutando de su amistad con el viento, pero ahora sabía que la verdadera felicidad estaba en su corazón. Y así, la niña que jugaba a abrazar al viento se convirtió en una inspiración para todos los que la rodeaban. Y colorín colorado, esta historia de amor propio y felicidad ha terminado.
FIN.