El vínculo eterno de Sofía y Luz



Había una vez una chica llamada Sofía que vivía en una pequeña casa en el campo. Una tarde, mientras estaba leyendo un libro en su jardín, escuchó unos llantos muy suaves que venían de entre los arbustos.

Curiosa, se acercó y descubrió a una linda bebita envuelta en una manta rosa. Sofía no podía creer que alguien hubiera abandonado a esa criatura tan adorable.

Sin dudarlo un segundo, tomó a la bebita en brazos y decidió cuidar de ella como si fuera su propia hija. La llamó Luz, porque desde el momento en que la vio, supo que esa niña sería la luz de su vida.

Los años pasaron y Luz creció feliz y rodeada del amor incondicional de Sofía. Juntas compartieron momentos inolvidables: jugaron bajo el sol, sembraron flores en el jardín y contaron historias antes de dormir.

Pero un día, cuando Luz tenía 11 años, llegaron unas personas desconocidas que dijeron ser familiares de la niña. "Lo siento mucho, pero debemos llevarnos a Luz con nosotros", dijo una mujer con voz firme. Sofía sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos al escuchar esas palabras.

No podía imaginar separarse de la niña a quien había criado con tanto amor y dedicación. "¡No puede ser! ¡Luz es mi hija! La encontré abandonada y la he cuidado todos estos años", exclamó Sofía entre lágrimas.

Pero las personas insistieron en llevarse a Luz sin dar explicaciones. La pequeña miraba confundida a su madre adoptiva mientras era alejada de ella. Después de aquel triste día, Sofía nunca dejó de buscar a Luz.

Pasaron los años y finalmente recibió noticias sobre el paradero de la niña que había amado como si fuera sangre de su sangre. Se enteró de que Luz ahora era una joven exitosa y feliz.

Con el corazón lleno de esperanza, Sofía viajó hasta donde se encontraba Luz para poder abrazarla nuevamente después de tanto tiempo perdido.

Al verse frente a frente, madre e hija se reconocieron al instante a través del brillo especial en sus ojos: el mismo brillo que las unió desde aquel primer encuentro entre los arbustos donde todo comenzó. "¡Mamá!", exclamó emocionada Luz al correr hacia los brazos abiertos de Sofía.

Y así fue como esta historia llena de amor demostró que los lazos familiares van más allá del ADN; que lo importante no es cómo comienza nuestra historia sino cómo decidimos escribirla juntos cada día.

FIN.

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