El Voluntario del Aula
Era una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Mateo. Mateo tenía una gran energía, pero no siempre la usaba de la mejor manera. Casi todos los días, en la escuela, se pasaba el recreo haciéndole bromas a sus compañeros y riéndose de ellos.
Un día, mientras la maestra, la señorita Laura, hablaba sobre la importancia de ser amables y ayudar a los demás, Mateo interrumpió.
"¡Eso es para los débiles!", gritó con una sonrisa burlona.
Los demás niños se miraron entre sí, incómodos. La señorita Laura lo miró y le dijo con calma:
"Mateo, ser amable no significa ser débil. Todos tenemos un poder especial que se llama bondad. ¿Te gustaría saber cómo usarlo?"
Mateo se encogió de hombros, pero en el fondo, sentía curiosidad.
Una semana después, la señorita Laura organizó una actividad especial.
"Hoy vamos a hacer un proyecto de voluntariado. Cada uno tiene que pensar en una manera de ayudar a alguien. Luego compartiremos nuestras ideas".
Todos se pusieron a pensar. Los alumnos pensaron en ayudar a personas mayores, cuidar mascotas o incluso organizar una recolección de alimentos. Mateo, en su mente, pensaba en cómo hacer el proyecto más divertido.
El día siguiente, mientras discutían sus ideas, Mateo se puso de pie.
"Yo pienso que deberíamos hacer un espectáculo de magia para los ancianos del hogar de abuelos. Así los hacemos reír".
Los otros niños no estaban tan seguros.
"Pero los abuelos necesitan ayuda, no un espectáculo".
Mateo frunció el ceño, pero luego le dio una vuelta de tuerca a la idea.
"¡Entonces podemos ayudarlos mientras hacemos el espectáculo!".
La clase se emocionó con la idea y todos comenzaron a planear. En los días siguientes, Mateo se dedicó a recolectar materiales para el espectáculo y a ensayar junto a sus compañeros. Se dio cuenta de que trabajar en equipo era muy divertido.
Finalmente, llegó el día del espectáculo. Mateo, vestido de mago, comenzó a hacer trucos mientras los otros niños luchaban por ayudar a los abuelitos a disfrutar del show.
"¡Miren lo que puedo hacer!", decía mientras sacaba un pañuelo de su sombrero.
Poco a poco, Mateo se sintió diferente. Su actitud comenzaba a cambiar y se daba cuenta de que ver sonrisas en los rostros de los abuelos era gratificante. Al final de la función, un abuelo se acercó a él.
"Gracias, Mateo, nos hiciste pasar un gran momento. Eres un buen chico".
Mateo se sonrojó y sonrió. Se dio cuenta de que ser amable y pensar en los demás era más divertido que hacer bromas.
El resto del año, Mateo se convirtió en el “Voluntario del Aula”, siempre dispuesto a ayudar a sus compañeros y a otros en la comunidad.
"No sabía que ayudar podía hacerme sentir tan bien".
Y así fue como Mateo aprendió que la bondad era su poder especial. Desde entonces, nunca volvió a molestar a sus compañeros, y todos lo querían mucho más.
Al final, la señorita Laura les dijo a todos:
"A veces, el mejor espectáculo es la bondad que mostramos hacia los demás".
Y Mateo, ahora un niño feliz y amable, se dio cuenta de que la verdadera magia se encontraba en los corazones de aquellos a quienes ayudaba.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.