El Vuelo de Amaru y el Águila
Había una vez un niño llamado Amaru que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Amaru tenía un sueño muy grande: quería volar como los pájaros que a menudo veía en el cielo. Pasaba horas mirando esos seres alados deslizándose con gracia, y anhelaba sentir la brisa en su rostro mientras surcaba las nubes.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano, Amaru escuchó un poderoso grito. Siguiendo el sonido, se encontró con un águila enorme, de plumas doradas y ojos brillantes. Era la majestuosa Águila Sol, que había bajado a la tierra por primera vez.
"¿Hola, niño? ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó Águila Sol con su voz profunda y resonante.
Amaru, sorprendido pero emocionado, le respondió:
"Hola, Águila Sol. Quiero volar, pero no sé cómo hacerlo."
"¿No sabes volar?" - preguntó Águila Sol, a lo que Amaru negó con la cabeza.
"No importa cuánto lo intento, siempre caigo."
Águila Sol miró al niño con compasión.
"Entiendo, pero volar no es solo cuestión de tener alas. Se necesita saber cómo sentir el viento, cómo usar cada corrientillo. ¿Te gustaría aprender?"
Amaru estalló de alegría.
"¡Sí! Quiero hacerlo. Pero, ¿cómo?"
"Ven, acompáñame y descubrirás los secretos del vuelo. Pero primero, debes aprender a escuchar a los pájaros."
Y así, Amaru comenzó a seguir a Águila Sol, que lo llevaba a las alturas de la montaña donde los pájaros anidaban. Allí, el niño aprendió a observar cómo se movían: cómo aleteaban, cómo se elevaban, y cómo se dejaban llevar por el viento.
Con cada día que pasaba, Amaru se sentía más conectado con los pájaros. Un día, mientras miraban a la bandada de colibríes danzar entre las flores, Águila Sol le dijo:
"Amaru, ¿sabes cómo se sienten los pájaros? Eles no solo son criaturas que vuelan, son seres que sienten libertad y alegría. Tienes que dejar que esos sentimientos fluyan en ti."
Amaru, queriendo experimentar esa libertad, cerró los ojos y respiró hondo. Imaginó ser un colibrí, sintiendo el sol en su pico y el aire fresco contra su piel. Pero de repente, un viento fuerte lo sorprendió, y él perdió el equilibrio.
"¡Ay!" - gritó.
"¡Aguanta!" - exclamó Águila Sol, volando a su lado.
Amaru sintió el calor de su amigo cerca y, en lugar de caer, se centró en la sensación del viento. Entonces, algo extraordinario sucedió: se sintió ligero, como si sus pies pudieran levantarse del suelo. Sin quererlo, se levantó un poco del suelo.
"¡Lo logré!" - gritó entusiasmado.
"¡Eso es, Amaru! ¡Esa es la esencia del vuelo!" - exclamó Águila Sol, orgullosa.
Pero no todo era sencillo. Un día, mientras practicaban, Amaru vio un grupo de chicos del pueblo que se burlaban de él.
"¡Mirá al chico que quiere volar!" - le gritaban.
Eso lo hizo sentirse triste y un poco inseguro. Sin embargo, Águila Sol le recordó que algunos no entienden lo que significa soñar.
"No dejes que las palabras de otros apaguen tu sueño. El vuelo es para todos, y especialmente para quienes comparten su alma con el cielo."
Amaru se llenó de coraje y decidió seguir volando. Con el tiempo, se volvió más habilidoso, y comenzó a sentir que la energía de los pájaros fluía también en él. Un día, Águila Sol le propuso un gran desafío:
"Amaru, ¿te atreverías a volar tan alto como yo?"
Sin dudarlo, el niño aceptó.
"¡Sí! Quiero volar contigo."
Con su ayuda, Amaru aprendió a aprovechar las corrientes de aire, y durante una hermosa mañana de primavera, levantó vuelo. De repente, se sintió libre como nunca antes, y estaba volando junto a Águila Sol en el cielo azul.
"¡Mirá, lo logré!" - gritó Amaru, con una sonrisa radiante.
"¡Lo sabíamos, Amaru! ¡Tu corazón estaba listo para volar!"
Desde ese día, Amaru se convirtió en un símbolo de esperanza en su pueblo. Las burlas se convirtieron en admiración, y él inspiró a otros a seguir sus sueños, a no rendirse ante la adversidad. Muchas veces, llevaba a sus amigos a volar junto a él, contándoles sobre los secretos que había aprendido de su gran amiga, Águila Sol.
Y así, Amaru descubrió que no se trataba solo de aprender a volar, sino de abrazar la libertad que está dentro de cada uno de nosotros. Junto a su amiga, aprendió a soñar en grande y a volar alto, llevando siempre consigo el espíritu de los pájaros.
FIN.