El vuelo de Angelines



En un tranquilo y soleado día en Alcázar de San Juan, Angelines, una señora de 67 años, decidió salir a caminar por las coloridas calles del pueblo. Le encantaba observar cómo las flores danzaban al ritmo del viento y escuchar el canto de los pájaros.

Pero esa mañana, algo inesperado sucedió. Un cuervo, curioso y juguetón, decidió que sería divertido acercarse a Angelines. Con un aleteo inesperado, le lanzó un pequeño ataque, como si fuera un juego.

"¡Ay, qué susto!" - gritó Angelines mientras daba un paso atrás para evitar al ave.

Sin embargo, no logró equilibrarse y, con un tropiezo, se cayó al suelo. Justo en ese momento, su hija Esther y sus nietos, Hugo y Noa, pasaban por allí.

"¡Mamá!" - exclamó Esther, corriendo hacia ella.

Hugo, un niño de 8 años, y Noa, su hermana de 5, la siguieron con preocupación.

"Abuela, ¿estás bien?" - preguntó Hugo, asomando su cabecita por encima de la madre.

"¡Claro que sí, sólo fue un pequeño accidente!" - respondió Angelines, mientras se levantaba.

Esther le ayudó a levantarse y, con una sonrisa de alivio, le dijo:

"¡Qué cuervo tan travieso! ¿Deberíamos darle una lección?"

Noa, con su inocente voz, se unió a la conversación:

"¡Sí! ¡Un cuervo y una abuela son un gran equipo de aventuras!"

Angelines, sintiéndose más animada, soltó una risa contagiosa.

"Bueno, creo que tendría que aprender a convivir con ese cuervo. Pero me gustaría saber por qué se comportó así."

Entonces, los cuatro decidieron investigar. El cuervo había volado a un árbol cercano y los miraba con curiosidad. Estuvieron pensando en cómo podrían acercarse a él.

"Tal vez podríamos darle pan, le gustan las cosas ricas" - sugirió Hugo.

Así que se pusieron en acción, fueron a casa, buscaron algunos trozos de pan y volvieron al árbol. Angelines estaba emocionada.

"Si logramos hacerle un amigo al cuervo, quizás ya no nos perseguirá más" - dijo sonriendo.

Con mucho cuidado, comenzaron a arrojar migajas de pan hacia debajo del árbol. Al principio, el cuervo dudó, pero luego se acercó curioso. Angelines observaba atenta y sonreía mientras se unía a sus nietos en el juego de alimentar al ave.

De pronto, el cuervo voló hacia ellos y aterrizó justo al lado de Angelines. Todos quedaron maravillados.

"¡Miren! ¡Es nuestro nuevo amigo!" - gritó Noa emocionada.

"¡Sí! Lo hemos conquistado con la comida" - agregó Hugo riendo.

Angelines se agachó un poco para estar a la altura del cuervo y le dijo:

"Los amigos no tienen que asustar. Solo hay que compartir y jugar. ¿Jugarías con nosotros?"

Para sorpresa de todos, el cuervo hizo un pequeño giro y soltó un grazioso graznido, como si entendiera.

Los cuatro aplaudieron y comenzaron a reír.

"Ves, mami, solo necesitabas un poco de paciencia y cariño" - dijo Esther, feliz de ver a su madre tan contenta.

El cuervo, al parecer, se convirtió en el nuevo compañero de aventuras de Angelines, quienes comenzaban a visitarlo cada semana. Así, aprendieron que a veces, solo se necesita un pequeño gesto para cambiar una posible enemistad en una hermosa amistad. Y Angelines continuó su camino por el pueblo, ahora sabiendo que había conquistado un amigo alado, todo gracias a la valentía y la complicidad de su familia.

Los días pasaron y esos encuentros con el cuervo se convirtieron en lo mejor del día, brindando a Angelines nuevas historias que contarles a sus nietos.

"Siempre quiero ser la abuela del cuervo cansón, pero el que me hace sonreír" - decía Angelines mientras abrazaba a sus nietos.

Y así, Angelines, junto a Esther, Hugo y Noa, aprendieron una valiosa lección: ante cualquier desafío, siempre hay una oportunidad escondida para crear conexiones y experiencias inolvidables.

FIN.

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