El vuelo de Daniel y Kuri



Había una vez un niño llamado Daniel que vivía en un pequeño pueblo al pie de los Andes ecuatorianos. Desde muy chico, Daniel había soñado con volar como lo hacían las águilas y cóndores que veía sobrevolando las montañas.

Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, escuchó un sonido extraño que lo hizo detenerse. Se acercó lentamente hacia el origen del ruido y se encontró cara a cara con un majestuoso cóndor.

El ave lo miraba fijamente con sus grandes ojos oscuros, parecía transmitirle un mensaje misterioso. "¡Hola! ¿Quién eres tú?" -preguntó Daniel tímidamente.

El cóndor extendió sus alas y emitió un graznido profundo antes de responder: "Soy Kuri, el guardián de estas tierras. He visto tu deseo de volar y he decidido ayudarte a cumplirlo. "Daniel no podía creer lo que estaba escuchando.

¿Cómo podría ayudarlo un cóndor a volar? Kuri explicó que tenía poderes mágicos y que podía concederle a Daniel la oportunidad de experimentar la sensación de volar junto a él.

Sin dudarlo ni un segundo, el niño aceptó la propuesta y se aferró con fuerza al cuello del cóndor mientras éste se elevaba en el aire. A medida que ascendían por encima de las copas de los árboles, Daniel sentía una mezcla de emoción y temor recorrer su cuerpo.

Pero pronto la emoción ganó terreno cuando vio desde las alturas la inmensidad del paisaje andino extendiéndose ante sus ojos. "¡Esto es increíble!" -exclamó Daniel maravillado. "Así es, pequeño amigo. El mundo es mucho más hermoso cuando se observa desde arriba", respondió Kuri con calma.

Durante horas volaron juntos, surcando el cielo azul y compartiendo historias sobre la naturaleza y la importancia de cuidar el entorno natural.

Daniel aprendió muchas lecciones valiosas durante ese vuelo mágico: entendió la importancia de respetar a todas las criaturas vivientes, comprendió la fragilidad del ecosistema andino y se comprometió a ser parte activa en su protección. Finalmente, llegó el momento de regresar a tierra firme. Con tristeza en el corazón, Daniel se despidió de Kuri prometiéndole volver a encontrarse algún día para seguir aprendiendo juntos.

Desde aquel día, Daniel nunca olvidaría su encuentro mágico con el cóndor Kuri en las alturas de los Andes ecuatorianos.

Cada vez que veía pasar una sombra en forma de ave rapaz sobre su cabeza, recordaba con cariño aquella experiencia transformadora que había marcado su vida para siempre. Y aunque nunca más volvió a sentirse tan cerca del cielo como aquel día, sabía que siempre llevaría consigo las enseñanzas recibidas durante aquel vuelo inolvidable.

FIN.

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