El vuelo de Donato


En una ciudad muy lejana, existía un pequeño aeropuerto donde vivían los aviones. Todos los días despegaban y aterrizaban aviones de distintos lugares del mundo, transportando pasajeros y cargamento.

En este aeropuerto vivían dos aviones muy especiales: Tomás, un avión rojo brillante y Laura, un avión azul con destellos plateados. Un día, mientras Tomás y Laura estaban en el hangar esperando su próximo vuelo, escucharon a lo lejos unos ruidos extraños.

Se asomaron curiosos y vieron que era un avión viejo y oxidado llamado Donato que estaba siendo retirado del aeropuerto. Donato lucía triste y desanimado. "¿Qué te pasa, Donato?", preguntó preocupada Laura.

"Estoy viejo y ya no sirvo para volar", respondió Donato con voz apagada. Tomás se acercó a Donato con una sonrisa en su rostro y le dijo: "No te preocupes, amigo. Siempre hay una forma de ayudar aunque no puedas volar".

Los tres amigos comenzaron a idear cómo podían hacer sentir mejor a Donato. Decidieron convertirlo en la torre de control del aeropuerto para que pudiera seguir siendo útil y estar cerca de ellos.

Donato al principio dudaba de sus capacidades pero poco a poco fue tomando confianza en su nuevo rol. Guiaba a los aviones cuando debían despegar o aterrizar, les daba indicaciones sobre el clima y las rutas más seguras e incluso les contaba historias sobre sus años dorados surcando los cielos.

Con el tiempo, Donato se convirtió en una parte fundamental del aeropuerto. Los demás aviones lo admiraban por su sabiduría y experiencia. Incluso aquellos que tenían problemas o dificultades acudían a él en busca de consejo.

Un día, una densa niebla cubrió el aeropuerto impidiendo que los aviones pudieran despegar o aterrizar de manera segura. Todos estaban preocupados hasta que Donato recordó una antigua técnica para guiarse por instrumentos sin depender totalmente de la visibilidad.

Gracias al ingenio de Donato, todos los aviones lograron salir airosos de la niebla sin ningún percance. Desde ese día, todos reconocieron el valor inmenso que tenía aquel viejo avión oxidado convertido en torre de control.

La historia de Donato enseñó a Tomás y Laura que la verdadera grandeza no está en las apariencias o habilidades físicas sino en la sabiduría acumulada con los años y la voluntad inquebrantable de seguir adelante sin importar las circunstancias adversas.

Y así, entre aventuras cotidianas surcando los cielos y aprendizajes valiosos compartidos entre amigos, continuaron viviendo felices en aquel pequeño pero especial aeropuerto donde cada uno encontró su lugar único e irreemplazable.

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